Yo, mi, me, conmigo.

Hasta que un día, y después de un punto de inflexión en el que sentía que no podía caer más bajo, empecé a comprender y aceptar que todo lo que había estado buscando estaba justo delante de mis narices. Empecé a comprender que no tenía que buscar fuera sino dentro. Y mi vida empezó a transformarse, hasta los mismísimos cimientos, a través del siguiente concepto.

Lo único que nos impide crear la vida que queremos es el arsenal de pensamientos negativos con los que nos infligimos un auto-boicot cotidiano y devastador;

pensamientos que se basan en nuestras creencias limitantes sobre nosotros mismos, el mundo y la vida.

Y mientras sacaba la cabeza de ese agujero, y en los meses y años siguientes aprendí muchísimo sobre mi misma, y aprendí que para ser feliz, tener mejores relaciones con los demás y conseguir las cosas que quería de la vida, tenía que dar pasos muy concretos para conseguirlo.

Tenía que trabajar en la base de todo. Porque si intentaba coger atajos o saltarme esa parte tan importante, no iba a llegar a ningún lado.

Pero todo parecía una nebulosa y estaba muerta de miedo… hasta que empecé a dar pasos en el camino correcto.

Y a medida que iba avanzando, el camino se iba desvelando, la claridad llegaba… y finalmente aprendí lo que significaba empezar a quererme. Mucho.