El jueves 24 de Julio de 2014 me desperté a las 6 de la mañana con algunas contracciones leves. Exactamente a la misma hora que en el nacimiento de mi hija mayor, Randa. Y justo después de una tarde de darlo todo bailando. Exactamente igual que en el nacimiento de Randa.
Hacía tres días que había salido de cuentas y tenía esa sensación de expectativa tan especial, en la que sabes que en cualquier momento llegará esa señal inconfundible con la noticia de que tu bebé ha decidido nacer. Es un momento indescriptible, sobre todo cuando ya tienes experiencia previa y puedes relajarte e incluso disfrutar esas primeras contracciones, imaginándote a tu bebé respondiendo al reloj de la vida.
Las contracciones no paraban así que sobre las 7 decidí levantarme de la cama. Me fui al baño, me miré al espejo sonriendo. Me toqué la barrigota, me despedí de ella y me guardé una foto mental para recordarla.
Acto seguido, comencé a reflexionar sobre el parto, porque como los segundos suelen ir más rápido, el hecho de que el hospital en el que había decidido dar al luz estuviese a 60 kms me producía algo de inquietud. En cualquier caso, como las contracciones no paraban, tenía que dejar a Randa en casa de mis padres y era hora punta en Madrid, decidimos que saldríamos de casa después de desayunar.
Este segundo embarazo había sido muy distinto al primero, trabajando hasta casi el último momento con un ritmo agotador. En cuanto a este segundo parto, tengo reconocer que siempre me lo visualizaba con algo de pena porque tenía la creencia de que, aunque había hecho lo posible para que fuese también un parto respetado, nunca podría llegar a ser una experiencia tan consciente, tan increíble, tan mágica, tan transformadora como fue el primero. Porque Randa nació en un sitio muy especial llamado Acuario, y Sirah iba a nacer en un hospital, digamos, “normal”.
Que poca perspectiva 🙂
Avisamos a mis padres, desayunamos tranquilamente y preparamos a Randa para salir de casa. Las contracciones seguían. Sirah seguía buscando el camino.
En el trayecto encontramos las carreteras algo atascadas de coches y, por un lado, pensé con ironía que era un momento de lo más oportuno para ponerse de parto, y por otro, me resultaba extraño pensar que la mayoría de las personas que veía conducir se disponían a ir al trabajo en un día normal y yo me disponía a dar a luz a un pequeño ser humano.
Dejé a Randa con mi hermano y me despedí de ella como hija única. Una sensación muy triste y muy alegre a la vez…como de restar y multiplicar al mismo tiempo.
EN EL HOSPITAL
Llegamos al Hospital de Torrejón a las 9:15 sin mucha novedad en cuanto a las contracciones. Durante el trayecto se habían espaciado, pero en ningún momento habían desaparecido. Me alegró el hecho de que nos recibiese una matrona que ya conocía de la visita guiada al hospital que había hecho unos meses antes. Me pareció muy buena profesional, muy cercana y empática. Nos hizo algunas preguntas y me pasó a la sala de monitores para valorar la evolución de los pródromos. La sala de monitores estaba muy tranquila y no había ninguna otra embarazada. Esto me tranquilizó porque una amiga mía había dado a luz en ese mismo hospital una semana antes y me había contado que cuando se puso de parto el hospital estaba totalmente desbordado y tuvo que dar a luz encima de colchón en el suelo en la sala de exploración. Y esto, al parecer, estaba empezando a ser la tónica general del hospital.
Estuve en la sala de monitores algo más de media hora y, como las contracciones eran cada vez más fuertes, aproveché para visualizar mi parto, para hablarle a Sirah y para intentar descansar. Cuando llegó la matrona me explicó que tenía que llevarme a la sala de exploración para hacerme un tacto y comprobar la efectividad que estaban teniendo las contracciones. Al entrar en la minúscula sala de exploración, inmediatamente me acordé de que allí mismo había nacido el bebé de mi amiga y me pareció un lugar cuanto menos singular para nacer. Me tumbé en la camilla, la matrona me exploró y cuando me incorporé, le escuché decir algo que no me esperaba en absoluto y que me sentó como un jarro de agua fría en forma de sentencia: todavía no estás de parto. Y esta fue más o menos la conversación:
– ¿No estoy de parto? Pues las contracciones no han parado desde las 6 de la mañana.
– Si, pero no son contracciones de parto.
– Pero es el segundo, y el primero fue muy fluido.
– Bueno, en realidad, el parto podría ser esta noche, mañana o dentro de dos horas, pero ahora mismo no estás de parto, así que no puedo tramitar el ingreso hospitalario. Yo se que vivís lejos así que quizá no os merezca la pena volver a casa, hay cerca un centro comer….
– No te preocupes, ya habíamos valorado esta posibilidad y nos vamos a un hotel. Hace demasiado calor y las contracciones me duelen mucho como para estar paseando.
Salimos del hospital a las 10:10 y nos fuimos a tomar algo para ir buscando un hotel cerca del hospital. Ya a esa hora de la mañana hacía un calor de justicia y no se podía estar por la calle. Entramos en un bar y me pedí una tostada. Las contracciones cada vez eran más intensas y empecé a fatigarme un poco. Buscando con el móvil, encontré un hotel a solo 5 kms del hospital y reservé habitación. Yo me retorcía con cada contracción y llegó un momento en que tuve que parar de comer, ya no me entraba nada. Al momento, tuve la necesidad imperativa de no estar en ese lugar, de buscar intimidad, de buscar una postura cómoda para sobrellevar el dolor. Así que pagamos para irnos al hotel.
EN EL HOTEL
Cuando llegamos, alrededor de las 11:00, Antu se fue a dejar el coche en el parking y yo fui a hacer el check-in. La recepcionista nos preguntó si queríamos desayuno: yo le contesté que quizá en dos horas haríamos el check-out. Entonces se fijó en mi barrigón y puso una mueca medio divertida medio atónita. Nos dijo entonces que nos daría una habitación cerca del ascensor por si acaso.
Cuando entré en la habitación, un escalofrío de tranquilidad me recorrió el cuerpo. La temperatura, la sensación de confort y privacidad…eso era lo que necesitaba en esos momentos. Pensé en darme una ducha pero el dolor cada vez iba a más, así que me subí a la cama y comencé a buscar la mejor postura para el dolor, que cada vez era más y más intenso. Creo que el hecho de llegar por fin a un espacio en el que pudiese moverme y actuar con libertad, y conectarme y sincronizarme con lo que estaba pasando, hizo que todo se acelerase. Es decir, el espacio de privacidad me permitió entrar en mi PPP (Particular Planeta Parto). Las contracciones cada vez eran más intensas y dolorosas, y como en el nacimiento de Randa, de forma espontánea, volvió el mantra que me ayudaba a canalizar el intensísimo dolor y a no resistirme al proceso: aaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh, aaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhh, aaaaaaaaaaaahhhhhhhh. Aunque a duras penas, conseguí hacer algo que me hacía especial ilusión: ponerme el vestido que llevaba cuando nació Randa. De repente una contracción brutal me recorrió y me flaquearon las fuerzas. En ese momento me acordé de la matrona y pensé: si esto no es estar de parto, ya me dirás qué es estar de parto, bonita.
Me tumbé en la cama y empecé a hablarle a Sirah. A decirle que la quería mucho y que me moría de ganas por verla. Aquello iba a más y me puse de lado. Seguía con mi mantra, concentrándome para dejar que las contracciones pasasen por mi y visualizando a mi peque haciendo su trabajo. Pensé que si alguien de alguna habitación contigua me estuviese escuchando, estaría completamente estupefacto.
A ratos, no podía sobrellevar el dolor; había llegado al parto en un estado de agotamiento extremo y mi cuerpo lo notaba. En esos momentos, intentaba aislarme de esa sensación tan poderosa y desgarradora pero era difícil porque, si el dolor tiene alguna habilidad, es la de enfocar todos tus sentidos y atención plenamente en él. No puedes escapar. Lo llamé el “mindfulness del dolor«
Tumbada desde la cama me percaté de que Antulio estaba chateando por wasap. Le lancé una mirada asesina. Pensé que era una típica situación de parto y me reí. Al ponerme del otro lado, una contracción más fuerte que las demás me atravesó el cuerpo y me dejó temblando. Cuando me incorporé, siguieron una serie de contracciones parecidas de intensidad, pero lo importante no fue eso, lo importante es que la intensidad de los sonidos que salían de mi garganta cambiaron también. Fue un momento de consciencia brutal. Mi mantra se estaba convirtiendo en aullido y ahí tuve la certeza de que Sirah estaba a punto de llegar. Feliz y dolorida, fui a decirle a Antu que era hora de irnos, cuando sentí una arcada muy fuerte que me empujó al baño, donde vomité el trozo de tostada que me había comido en el bar. Mis palabras al salir del baño: vámonos al hospital YA. Sirah está casi aquí.
Eran las 12:30.
Antulio corrió a buscar el coche al parking y a acercarlo a la entrada del hotel, y mientras le esperaba en la habitación me llegué a plantear que daría a luz allí mismo, en la habitación. Él volvió al poco tiempo, y salimos de la habitación. Había una chica limpiando la habitación de al lado y al verme retorcida de dolor, me dio ánimos con la mirada. Bajamos a la recepción, llena de gente. La recepcionista se puso de mal cuerpo al vernos, y mientras Antu se dirigía a hacer el check-out, me llegó una contracción fortísima acompañada de alarido que dejó a todo el mundo en la recepción petrificado y con cara de angustia=> Momentazo 1. Es decir, lo último que te esperas ver en la recepción de un hotel de negocios de polígono es a una embarazada a punto de parir. Lo bueno, sin embargo, de estar en tu Planeta Parto es que todo te da igual; tu atención, tus sentidos, están tan enfocados hacia dentro, hacia el proceso tan mágico y ancestral que se está desarrollando dentro de ti, que lo que hay fuera pierde toda relevancia.
ON THE ROAD
Ya en el coche, agradecí que el hospital estuviese tan cerca. Sentía a Sirah cada vez más y más cerca. Antulio conducía y salió a la autovía. La salida del hospital estaba a 3 kilómetros y yo le apremiaba. Al ir a coger la salida del hospital, vimos que el cartel que la indicaba tenía un plástico por encima, como si invalidase la información. Fue un instante de confusión en el que mi impulso fue sentenciar que esa salida estaba en obras y el impuso de Antu fue hacerme caso. Resultado: nos pasamos la salida del hospital => Momentazo 2. Y yo, a punto de dar a luz, me vi de repente en el canal central de una autovía, con una mediana de cemento separándome de mis opciones de parir en el hospital.
Tensión. Risa nerviosa. Aceptación. Pensamiento: Esto solo puede pasarme a mi, joder.
Contracción. Pensamiento: Voy a dar a luz en el coche.
Afortunadamente, la siguiente salida con cambio de sentido estaba a sólo 2 kilometros pero, cómo no, el coche que se puso delante de nosotros iba a tan lento que dolía. Antu no hacía más que pitar y hacer aspavientos pero el conductor de aquel coche no se enteraba. Por fin se desvió, y al terminar de hacer el cambio de sentido le dije a Antu que fuese buscando un sitio para parar porque…ya iba a dar a luz. En el coche => Momentazo 3. La cara de Antulio fue memorable. Me pidió que esperase un poco, que no quedaba nada para llegar al hospital. Yo respiré hondo y le pedí a mi peque que me diese una tregua.
Y mi peque me dio una tregua.
EN EL HOSPITAL II
La tregua suficiente como para llegar al hospital. Antulio me dejó en la puerta de Urgencias, aquella por la que había salido menos de 3 horas antes. Retorcida de dolor, conseguí llegar a la ventanilla de admisión, y con mi bebé entrando ya en el canal de parto, la chica me pidió mi tarjeta sanitaria justo cuando me daba una contracción. Mi respuesta: «Estooooo ¡¡¡¿¿¿Me estás tomando el pelo???!!!!» Puede parecer exagerado pero en ese momento, la idea de buscar en el bolso mi cartera y sacar la tarjeta sanitaria me resultaba disparatada y totalmente fuera de mis capacidades. Antulio le señaló que todavía tenía la pulsera identificativa de la primera visita de la mañana y creo que eso, añadido a la cara que le puse, fue suficiente información para que nos dijese: venga, pasad a la sala de espera que ahora os llaman. En ese momento la miré otra vez y ya no lo dije porque no me llegaban las fuerzas, pero lo pensé: ¿¿¿¡¡¡¡SALA DE ESPERA??!!! ¿¿¡¡ESTO ES UNA PUTA BROMA O QUÉ??!!! Hay que tener en cuenta que mi hija iba a nacer de forma inminente y que el concepto de “espera” en ese momento era algo totalmente delirante.
Pasamos y en medio de la sala de espera, atestada de gente, sentí una contracción salvaje a la que acompañé con un alarido igual de salvaje. Caras de póker. Muecas tensas. Silencio de fondo en la sala de espera. Gente atorada sin saber cómo reaccionar. Segundos que parecían minutos => Momentazo 4.
Hasta que Antu, que bastante tenía con sujetarme, gritó: ¡¡¡QUE ALGUIEN TRAIGA UNA SILLA DE RUEDAS!!! Como de la nada, salió un auxiliar con una silla de ruedas y me senté. Antu se fue a quitar el coche de la entrada de Urgencias y llevarlo al parking.
El auxiliar me condujo corriendo por los pasillos del hospital, cuando de repente me dijo que respirase hondo. Lo típico que te dicen, ¿verdad?, pero de repente pensé: es verdad, tía, respiraaaaaaaaa. No se por qué pero me vino genial que me lo recordara justo en ese momento. Que majete 🙂 Así que ese trayecto en silla de ruedas a toda hostia por el hospital estuvo muy bien.
Llegamos a la zona de los paritorios, donde me encontré con la misma matrona de la mañana con cara de «Ola K Ase». Balbuceó algunas palabras y otra matrona que estaba por allí me dijo que íbamos a pasar a la sala de exploración. Mientras entrábamos en la sala, les estaba diciendo que poco había que explorar ya porque mi hija estaba a punto de nacer, cuando me dio LA CONTRACCIÓN. Con las piernas temblando, me apoyé en la otra matrona para sentir como mi hija se colocaba y se iba encajando en el canal de parto. El expulsivo comenzaba y me dispuse a vivir ese momento con toda la consciencia y atención que se merecía, a pesar del dolor. A pesar de la sensación de que tu cuerpo se parte en dos. Sentía que, al ser la segunda vez y reconocer todas las sensaciones, podía dejarme llevar y disfrutar de cada instante de ese momento tan increíble e irrepetible.
Esa era la idea. Lo que no me imaginaba era que el dolor de esa última fase del parto iba a ser bestial, mucho más fuerte y desgarrador de lo que había sido en mi primer parto. Luego entendí por qué: las contracciones previas en mi primer parto, incluidos los pródromos, duraron unas 18 horas, por lo que mi cuerpo había tenido mucho más tiempo para prepararse para el momento del nacimiento. En este segundo parto todo fue tan rápido que mi cuerpo tuvo que adaptarse a marchas forzadas, de ahí que el dolor fuese mucho más agudo.
Llegó la matrona con una silla de partos y me la ofreció. Asentí sonriendo, como quien de repente lo comprende todo: mi hija también va a nacer aquí, en esta sala de exploración. No podía ser de otra forma.
Me senté en la silla de partos y justo en ese momento llegó Antulio, con la cámara de video => un detalle muy importante.
Y entonces, te ves ahí sentada, sintiendo como tu hija está atravesando tu cuerpo para nacer y lo que sientes en ese momento no se puede describir con palabras. De nuevo, me sentía perfectamente sincronizada con los ritmos de mi cuerpo y de mi bebé, y sentía que lo único que tenía que hacer era dejar que la VIDA hiciese su trabajo. Confiando por completo en mi, en mi bebé y en el proceso. Pocos momentos pueden superar éste en cuanto a contacto con la realidad del poder de la vida, la magia y la naturaleza. En algunos momentos, la sensación era tan intensa que sentía que me desbordada y se me escapaba de las manos, pero mi hija ya estaba abriéndose paso y en ese momento no puedes ponerle trabas a la VIDA. De repente sentí que la cabeza de Sirah iba a salir, y en ese momento, ¿qué hice?: Indicarle con gestos a Antulio que estaba grabando desde un mal ángulo y que se colocase bien => Momentazo 5.
Surrealista.
E inmediatamente vino por fin esa contracción con la que empujé y ayudé a Sirah a asomar su cabecita, que cogí con mis manos.
Tengo ese momento congelado en mi corazón.
Justo después, ella mismo se giró y con la última contracción terminó de nacer de mi.
Hola Sirah.
Brutal.
Eran las 13:01.
Los siguientes momentos fueron un compendio inigualable de emoción desbordada, de curiosidad, de sorpresa, de descubrimiento, de tranquilidad, de conexión, de amor. La cogí entre mis brazos con sensación de incredulidad. Solo tres horas antes había salido de ese hospital “sin estar de parto” y ahora la tenía conmigo, la otra personita más importante de mi vida, nada más y nada menos.
Y el comentario de una de las matronas: «madre mía, a ti te sueltan en medio de la selva y podrías dar a luz tú solita» => Momentazo 6.
Y ahí mismo, en la pequeña sala de exploración, Sirah y yo empezamos a conocernos un poco más, a conectar a otro nivel, piel con piel, disfrutando de ese olor tan especial y único de personita recién estrenada en la vida. Con esa huella de plenitud total que te deja la sensación de que acabas de realizar el trabajo más primario y esencial que puede llevar a cabo un ser humano. Poderío hasta decir basta.
Cuando subimos a la habitación, totalmente extasiada, reflexioné sobre lo maravilloso que había sido vivir otro parto libre y respetado, con la experiencia del primero pero con el mismo grado de sorpresa, emoción, confianza y fascinación en estado puro. Y ella, tan pequeña, empezó ya a enseñarme algo que nunca olvidaré. Un buen zasca en toda la boca.
Y de repente, mientras la tenía en mi pecho sintiendo su respiración, lo vi claro => Que parto más increíble, con su velocidad de vértigo, con su ritmo trepidante, con su potencia en espacios cortos, con ese contacto directo con la realidad de lo inesperado y lo no planificado. Sirah había llegado a su manera, una manera tan radicalmente distinta a la de su hermana, que había eliminado de un plumazo cualquier tipo de posibilidad de comparación con nada. Segundo zasca.
Ella. Única. Que me demuestra cada día que el ritmo impetuoso de aquel día no fue algo casual.
Lo lleva en la sangre.
Felicidades Bebé de Sonrisa Permanente
María says
Wow… sin palabras y con lágrimas de emoción, Hana. Hace tiempo que me preguntaba cómo sería este segundo parto, después de leer la impresionante historia del primero que tuviste. Siento una envidia sana por que hayas sido capaz de vivir esos momentos únicos de tu vida con tanta emoción, tanta implicación, de forma tan genuina y ancestral. Pero es tu ser y lo que transmites. Tus hijas son dos personas muy afortunadas de tener a una maestra por mamá. Hermoso tu relato. De lo más bonito que he leído en temas de partos. Espero algún día conocer esta increíble experiencia yo también 🙂 Un abrazo muy grande!
Hana says
Gracias Maria! 🙂 Me alegro de que te haya gustado :)) A mi me ha encantado escribirlo <3
Nuria says
Envidia porque mi cesárea no me permitió vivir lo que tú. Emoción de que lo hayas disfrutado tanto. Alegría de que te acompañen dos soles tan radiantes ^_^
Pd: Andy también chateó, y quise arrancarle los testículos de cuajo. Con la fuerza que salía de mi en cada contracción, hubiera podido hacerlo con media falange de cualquiera de mis meñiques :p
Hana says
Jajajajajajajajajajajaja!!! Madre mía, Nuria, pero que grande eres :)) Jo, estoy visualizando el momento en que Vega y Sirah se conozcan y se pongan a jugar 🙂
Aurin Rodd says
Jajajajajaja!!
En mi momento de contracciones a mi contrario le entró jabón en los ojos y no hacía más que quejarse. Yo también hubiera podido asesinarlo allí mismo.
Gracias por relatar tu experiencia. Es muy emocionante e imagino que sobre todo para quienes conocemos bien el proceso 🙂
La niña es una preciosidad chica, qué quieres que te diga.
Hana says
Gracias Aurin! Yo es que soy su mamá y la veo preciosa, pero claro, no es objetivo!! Me tiene locaaaaaaa :))
Ana del Amo says
¡Hana! ¡Qué genial! Me ha encantado lo que dices de la manera de nace de cada niño/a poniendo ya en ello su carácter y quizás su superpoder, su esencia, aquello que le hace especial.
Un besazooo y muchas felicidades a Sirah.
Hana says
Gracias querida Ana!!! 🙂
alicia says
Hana de la selva! Qué relato tan emocionante, igual que el primero y a su vez tan distinto, como los propios hijos, cada uno con su impronta, desde el inicio mismo de la vida.
Qué te voy a contar de cuánto me toca este post el corazón teniendo Violeta un mes y medio…
Felicidades Sirah! Que la vida siempre te devuelva la sonrisa que tu le das
Hana says
Muchas gracias por tus buenos deseos Alicia! Y por encontrar este momentito para pasarte por aquí 🙂 Disfruta mucho de Violeta, y a ver si nos vemos en Agosto!!!
Lucia says
¡¡¡¡Qué belleza de texto, experiencia, pareja madre-hija!!!. De nuevo, gracias por compartir y contagiar tu magia <3
Hana says
Un abrazo fuerte Lucia!!! 😀
Susana says
Hannih!! Impresionantes relatos!! Tanto el de Randa, como el de Sirah!!
Pese a conocerlos de tu propia voz, ha sido muy emocionante leerlos.
Muy pronto mi pequeña Noelia también cumplirá su primer añito, y……aunque mi relato dista mucho del tuyo, en breve podré compartir contigo un momento tan maravilloso como el que nos narras…..por las que me siento feliz y expectante.
Muchísimas felicidades Sirah!!!
Hana says
Hola Susana!! Gracias por pasarte por aquí y por tomarte el tiempo de leer los dos relatos. Todavía me acuerdo cuando os los conté, cada uno de ellos… Y si, pronto tendrás a tu peque en tus brazos y mañana tendremos un recuerdo muy especial para Noelia <3
Carmen Puche says
Hana que maravilla, no has podido explicar mejor el parto de sirah, mientras leía viví cada momento con emoción , pelos de punta, risas y lagrimas en los ojos de revivir ese momento que solo las mujeres podemos experimentar.
Has acertado con este video viernes es fantástico , gracias por hacer lo que haces , gracias por compartir el nacimiento de tus hijas con nosotr@s y hacernos revivir ese momentazo maravilloso de la vida , que es lo mejor del mundo .
Feliz cumpleeeee sirah !!!!!!!guapa,,,,!!!!!!!!!!!
Hana says
Si, Carmen…esta experiencia es un auténtico privilegio. Me alegro de que te haya gustado el relato y de haberte regalado un momento bonito 🙂 Un abrazo fuerte mujer!!
Carolina says
Que hermosa historia, muchas gracias por compartirla Hanna.
Has traído una Leoncita al mundo. (su signo natal).
¡Que todos sus talentos brillen como el sol!
Disfruta este video que con todo mi corazón va para ustedes:
https://www.youtube.com/watch?v=Z9yxz_KXn5k
Carolina says
Y que Sirah mantenga prendido el FUEGO!
Hana says
Ooooohhh!! Que bonito!! El rey León 🙂 Jo, mira que he visto esta película veces, y me sigue emocionando!! Muchas gracias!!!! 😀
alumna says
Hana, estás guapísima nada más dar a luz. Hoy 16 años después he comprendido, porque me dolió tanto el segundo parto y es que fue provocado y efectivamente, de repente empezar a notar las contracciones, dueele. disfruta de tus hijos, porque crecen muy, muy rápido. y cuando son mayores necesitamos a raudales mindfulness 😉
Maria Pilar says
Hana, cómo me he reído con tu parto… y emocionado… e identificado… yo también parí en la sala de exploraciones a mi tercer hijo hace casi cuatro años. También me pidieron que esperara a que me llamaran y cuando por fin lo hicieron apenas en cinco minutos estaba mi bebé conmigo. Enhorabuena!!
paloma says
Woooow, llevo mas de un año perdiendome este post… que grande. Me he redo y emocionado a partes iguales. Gracias por volver a compartir esta experiencias de vida taaaaan increibles.
Esther Nómada says
Que grande!!!!
Acabo de encontrarte mientras hacía el curso de Entrevistas con Antonio y llevo una hora enredada en tu página web!
Mis dos hijas mayores nacieron en Acuario, conocemos a Pere, a Gloria, que gran experiencia, y ay cuando he comenzado ha leer el parto de Sirah y has dicho que ibas a un hospital normal, por un segundo se me ha parado el corazón… Pero efectivamente somos unas jabatas y nuestras hijas pura VIDA, tú y Sirah sabíais muy bien que hacer, mi segundo parto duró exactamente 2 horas desde la primera contracción hasta ayudarla a salir de mi cuerpo con mis propias manos, y vaya si fué un enorme ZASCA jajajajajajaj….
Bueno pues que desde hoy soy una incondicional tuya!
Me voy a seguir con el curso que mañana tengo mi primera entrevista y me va a pillar en bragas 😉
Creo que pronto tendrás noticias mías, un abrazo inmenso de comadre.
Marta Negro says
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Vaya tela contigo! no soy madre y aún no está en mis planes serlo, pero me has hecho vivir ese momentazo como si estuviera ahi, enhorabuena por todo.