Justo ahí. En ese espacio en el que te sientes tan vulnerable, cuando te sientes al límite y tu cuerpo y tu mente están en máxima tensión, y el corazón parece que se te va a salir del pecho… conectas con esa parte de ti que está llena de coraje y, de repente, te das permiso para que esa otra parte de ti, esa identidad secreta, se haga cargo.
Y cuánto más te expones (a la crítica, al juicio, al fracaso, al conflicto, al rechazo…) más fortaleza mental y emocional construyes.
Con tus propias manos.
Vas dejando atrás el miedo, la inseguridad, la parálisis y las dudas, y vas creando dentro de ti una confianza aplastante.
Una confianza que te permite siempre:
Esperar lo mejor.
Y sentirte preparada para lo peor.
Y desde ahí, te comes el puto mundo. Te lo aseguro.