Escribe posts mediocres, que aburran tanto que uno no pueda llegar ni al tercer párrafo. Graba videos cutres en los que el ruido de fondo casi no nos deje oír tu voz. Haz fotos, muchas fotos, en las que la luz sea terrible y el enfoque mucho peor. Compón canciones cuya melodía sea un déjà-vu total y cuya letra sea sencillamente soporífera. Sal ahí a la tarima y empieza a hablar delante de todas esas personas, y ponte a balbucear y a sudar como un pollo, consumido por los nervios.
Porque cuando te quedas parado, evitando hacer un trabajo pobre -y por lo tanto evitando también el juicio, la crítica y el rechazo- en realidad estás evitando también la oportunidad de aprender a hacer un trabajo absolutamente brillante.
Porque ya lo sabes, nunca un trabajo brillante surgió a la primera.
Sí, hazlo. Ponte en evidencia.
Llévate a ti mismo a situaciones en las que lo único que te apetezca sea cavar un hoyo profundo y meterte dentro.
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Muchas veces. Tantas veces que al final, de tanto rascar, no te quede más remedio que darte de bruces con tu propia grandeza.
Tantas veces que al final le pierdas el miedo al ridículo. Porque entonces, solo entonces, saldrá lo mejor de ti.
Porque cuando te permites enfrentar esa parte de ti que es capaz de hacer mierdas-pinchadas-en-un-palo, te liberas de la arrogancia de pensar que en esta vida solo se pueden hacer cosas impecables y maravillosas.
Te liberas del lastre de que sólo la perfección cuenta.
Es un proceso maravilloso y lleno de valentía el de crear y compartir mientras estás ahí, encogido, temblando de lo tremendamente vulnerable que te sientes. Porque justo ahí, en ese momento, es cuando estás expandiendo tus propios límites. Justo ahí.
No te lo pierdas.
Y esto es lo que yo tengo que recordarme de vez en cuando. Porque en este mundo digital es fácil perderse en la necesidad de gustar, de crear sólo para que se lea y se comparta. Es fácil dejar de compartir tu punto de vista único sobre el mundo por miedo a que se te den de baja de la newsletter o te dejen comentarios negativos.
Pero podemos hacerlo mejor, podemos prestar atención a lo que realmente se nos mueve por dentro, y dar un paso hacia adelante para crear, expresar y compartir de forma genuina. Aunque suponga hacer el ridículo a ojos de los demás.
Pero ésa, «hacer el ridículo», es solo una perspectiva.
La mía es que desde el suelo, hay mucho que aprender también.
Este post, sin ir más lejos. No sé si es bueno o malo. Pero le doy a publicar porque publicar es mejor que quedarme mirando el ordenador como un pasmarote.
Porque esto es justo lo que aprendemos en Circus People. Y ha llegado el día. Esta tarde le presento la nueva edición a todas las personas que se han apuntado a la lista de espera (si no estás apuntado, te lo mostraré la semana que viene). Llevo unas semanas muy cañeras de trabajo y estoy de los nervios. Y me encanta porque es una sensación de vulnerabilidad y valentía irrepetible. Porque quizá no se apunte nadie más y haré el ridículo, o quizá lo pete. En cualquier caso, y aunque sé que he cometido un montón de errores, también sé que lo he hecho lo mejor que he podido. Y eso es lo único que me vale.
Y porque la perfección es un blanco móvil, pues no queda más remedio que moverse. Y en eso estamos.
Gracias.
Belen says
Ayy Hana querida! No sabes como me ha resonado este post mientras estoy sentada en casa con un cafe, dandole vueltas a todo en lo que me estoy metiendo ahora y temblona a la vez que emocionada con la incertidumbre de lo que tiene. Que cierto lo que dices y que bonito ese momento de ilusion, resistencias y miedo a cagarla. Por eso ayer me identificaba y me emociono Espe. No cai en que eso mismo debes estar pasando tu de cara al nuevo Circus People. Pero a la vez que tranquilidad saber que, salga como salga, cuando algo se hace desde tan dentro y con el amor y fuerza que pones en todo, solo puede salir bien. Gracias gracias y gracias!! <3
Diego CP says
jajajjajajjajajja que bueno!! no dejes de hacer mierdas/pinchadas/en/un/palo. Me ha hecho recordar un corto que hicieron unos amigos hace unas semanas, maliiisimo, era pésimo, tan malo y ridículo era que se volvió bueno y hasta divertido.
Personalmente siempre he tenido complejo de hacer el rídiculo bastante más que la media… no se por qué y a veces me ha limitado y me limita para según que cosas… Aunque deduzco que el ridículo no es más que una autopercepción o un miedo.
Sefora says
Hola Hana,
para variar este post me ha llegado al alma.
Hace algunas semanas, cuando yo aún no había arrancado con mi proyecto y mi página web, «critiqué» el vídeo en el que conduces, se oyen los coches, gesticulas…
No fué perfecto pero el contenido si.
Y aquí me encuentro yo, un mes después, diciendo al mundo entero que la migraña se cura y recibiendo una torta cada 100 caricias.
De manera que ahora veo las cosas muy diferentes. Antes de criticar algo intentad hacerlo antes, ya veréis ya…
Así que eres valiente, muy valiente (no sé yo si podría hacer un video con una peluca 😉 )y deseando ver cual es tu propuesta.
Si todo me va igual yo me apunto a la 2017.
P.D. Gracias por descubrirnos a Cintyas Love en tu facebook.
Buen fin de semana.
Silvia Valdés says
Gracias Hana! Con tu permiso, comparto en mi página. De mediocre, ná de ná. Yo creo que estas cosas salidas desde la tripa (llámese post, o decisión, o se llame como se llame), al final son las que más valen, porque son las que más enseñan, y las cagadas memorables son las que menos se olvidan. Y además el ridículo tiene un valor añadido: puesto en perspectiva, y después de un tiempo, es muy muy divertido!!!
Ali says
En primer lugar, agradecerte que con posts como este nos alejes un poquito más de la mediocridad. O tal vez no, pero en el peor de las casos nos ofreces una maravillosa oportunidad de asumir el riesgo con un poquito de perspectiva.
Por otro lado, agradecer también la autenticidad que derrochas compartiendo tus pensamientos semidesnudos (o desnudos del todo, no lo sé) en los que cada cual puede interpretar y ver lo que sus ojos y su corazón le permita.
Los viernes sin ti no son viernes. Y leerte, ¡es aire fresco! Para la mente, para el corazón y para el alma.
Un gran abrazo directo para ti desde Barcelona!
Enrique says
Muchas gracias por el artículo… también me haces sentir «FRACASADO». 🙂
Está claro que solo se aprende de los errores. Si como emprendedor no hago un primer borrador, un primer «producto mínimo viable» nunca sabré qué le falta.
Por qué es mediocre.
Qué le puedes mejorar.
Qué te pide la gente…
El error, el fallo, el fracaso es algo POSITIVO.
Tenemos que aprender de la mentalidad anglo-parlante… el «loser» es el perdedor nato porque nunca intenta, nunca arriesga, nunca fracasa… y nunca consigue nada.
Nuestro «fracasado» (mira que suena FEO…) en cambio, debería tener connotación POSITIVA, por ser el que intenta y comete pequeños/grandes fallos, porque persiste y porque mide, analiza y extrae pistas para poder saber qué corregir.
Así que a intentar, hacer el ridículo y a FRACASAR!
Saludos!!
Teresa says
Jajaja, ¡qué bueno! Cuánta verdad hay en este post. Creo que el miedo al ridículo es de los más paralizantes y también de los más comunes.
Yo tenía un miedo atroz de pequeña y me daba vergüenza hasta bajar a comprar el pan. Cuando con los años les dije a mis padres que quería estudiar periodismo no se lo creían, imagínate. He conseguido superarme a mí misma un montón y me alegra eso, pero reconozco que aún sigue pasándome de vez en cuando que no consigo mis objetivos tan rápido como quisiera por el miedo al ridículo, al fracaso y al qué dirán.
Creo que el proceso para hackear al miedo está siendo bastante lento en mi caso, pero leyéndote veo que lo mejor que podemos hacer es naturalizar todo esto. A partir de ahora lo tendré muy en cuenta y me lanzaré más a la piscina. ¡Muchas gracias!
Soncco says
Hola Hana tienes un bonito blog, sin duda este post me sorprendio jejeje saludos y sigue asi amiga.
Cristina Hortal says
Qué bueno, leñe! Claro que sí! La única manera de ser quiénes podemos ser es siendo lo que somos ahora y avanzar mientras andamos.
Se nos vendió la idea (o yo la compré de pardilla) de que había que esperar a estar preparado para hacer algo; que había que esperar «el momento adecuado» para tomar ciertas decisiones.
Así lo único que pasa es el tiempo.
Se nos vendió la idea de que había que hacer las cosas «bien». ¿Qué demonios significa eso, si todo es relativo? Además, sólo las haremos bien después de haberlas hecho mal. Si es que no hay otra forma, a ver si nos enteramos ya.
En fin, gracias.
Elena says
Otra cosa no, pero una sonrisa me has sacado, Hana!
Me ha encantado, a veces tenemos que librarnos de ese lastre que tanto nos pesa y que nos dice que tenemos que respetar X reglas para que nos vaya bien, pero creo que eso de romper las normas y cometer unos cuantos «errores» a caso hecho se nos habrá pasado a todos por la cabeza alguna vez (al menos a mí)
Creo que la belleza y esa humanidad más pura precisamente está en la imperfección.
Gracias por este post, Hana 🙂
miss sandia says
como no dejarte un comentario,me he topado con tu blog y me gusta lo que dices y escribes,sobre todo este,ya que hace bien poco que hice el ridículo y me ha costado mucho cambiar el hecho de pensar «he hecho el ridículo» a gracias a esto estoy aprendiendo cosas y saliendo de mi zona de confort tan bonita y perfecta,creo que la imperfección también es necesaria aunque no tengamos claro muy bien porqué
Jacki says
VCU is Denrtie-the-heap–of Entitlement, Virginia…er, I mean Richmond. My oldest son goes to school there, and it is "highly integrated". Let's just say that there would have been riots if they had won, too.