¿Es cierto que las emociones pueden influir en el proceso de aprendizaje de un niño/a? La verdad es que SÍ. Y para muestra solo hace falta que pienses en ese niño que iba a tu clase y que tenía problemas familiares: ¿verdad que era mal estudiante?, ¿verdad que su actitud en el aula no era positiva?
Esto ocurre porque el proceso de aprendizaje está totalmente vinculado a las emociones que vive el niño tanto dentro como fuera del aula. Dependiendo de las mismas, este tendrá una reacción positiva respecto a la educación o negativa y, por tanto, su predisposición para el aprendizaje será una u otra.
Debemos de tener en cuenta que este tema educativo empezó a tener importancia durante el siglo XX debido a la corriente positivista. Así pues, hasta entonces, no se había estudiado la relación existente entre la capacidad cognitiva y de aprendizaje con la situación emocional y anímica de los alumnos.
Pero ahora estamos en un momento en el que se ha recuperado esta concepción de la influencia emocional en la vida humana y, por eso, han aparecido una gran cantidad de estudios que defienden la necesidad de que el profesor promueva la creación de emociones positivas en clase para, así, permitir que los alumnos se vean capaces de desarrollar sus habilidades.
De hecho, la palabra “emoción” proviene del latín “emotio” y “onis”, términos que se refieren a ese impulso que nos permite hacer una acción. Por este motivo, las emociones son esenciales para el proceso de aprendizaje porque hacen que el alumno esté dispuesto a aprender, con el impulso necesario para adquirir los conocimientos y dejarse nutrir por la lección.
El docente tiene la responsabilidad de promover esa energía en el aula, de crear espacios emocionalmente positivos para que se crea un ambiente interactivo entre todos los miembros de la clase. Los padres también tienen que procurar crearle al estudiante un ambiente estimulante e idóneo para su proceso de crecimiento intelectual pues, solo estando bien, conseguirá desarrollarse bien.
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