Post invitado escrito por RJ
El argumento de autoridad es un recurso engañoso y no me gusta demasiado, ya que en ese camino que uno ahorra por haber sido recorrido antes, corres el riesgo de perderte cosas que sólo tú, con tu visión única, puedes iluminar.
Sin embargo, a veces una metáfora es tan buena que, por más vueltas que le des, no puedes encontrar nada mejor y pasa a formar parte de tus propios recursos. Incluso aunque el usuario inicial de aquella metáfora realmente la emplease para describir algo que es diferente en su esencia de lo que realmente quieres expresar.
La tristeza.
Mi primera tentación es correr a la RAE y buscar la definición exacta. Pero mi primer recuerdo es que no soy una autoridad, ni lo voy a ser tras un paso por la RAE o la Wikipedia que sólo podrán oscurecer la visión que yo tengo, que es lo mejor que puedo ofrecer.
El perro negro es el nombre que el político británico Winston Churchill dio a su melancolía recurrente, que en su caso tenía raíces de trastorno depresivo hereditario.
Por más que la tristeza no sea eso, lo cierto es que el inigualable personaje hizo de ello un aliado para que el destrozo que estos episodios causaban en su mente y en su alma se
convirtieran en fuentes de creatividad que alimentaban el fuego de su proceso creativo, fuese literario, pictórico o político. En abono para que su genio rebrotase con más vigor aún.
Qué interesante es pensar que episodios de ese tipo sean vividos por muchos otros genios en todas ramas artísticas. Pero dejemos que psicólogos y psiquiatras nos iluminen como
especialistas sobre esta curiosa relación.
Lo importante de la metáfora es que ayuda a quienes no sufrimos una enfermedad a formarse una
visión de la tristeza.
De esa emoción que convive junto con todas las demás de la paleta básica de colores que conforman a un ser humano emocional y vivo.
Y que se apodera de nosotros a veces.
Se apodera de ti el día en que cala hasta tu alma que el pulso de tu madre no le permite enhebrar el hilo en la aguja con la que hasta hace tan poco te arreglaba la blusa o te cosía un botón.
El día en que tu padre, ese ser sobrehumano, ya no tiene fuerza para abrir la tapa de un bote de conserva.
Cuando la muerte cumple con quien amabas.
Cuando fracasas.
Cuando te das cuenta de que tu hija ya no es un bebé, sino una niña de cuerpo largo y opiniones propias.
Cuando cayó tu castillo de naipes al colocar la última carta.
Cuando todo eso pasa, viene el perro negro.
Y tú le huyes. Y te distraes para no verlo. Y le espantas, o lo intentas. ¿Cierto? Oyes a tu alrededor que no tienes motivos. Que no debería estar. Que te deshagas de él. Y tú no quieres tenerlo. Viene cuando duele por dentro, y no lo quieres.
Pero tampoco tienes fuerzas para espantarlo. Quieres beber, comer, quieres fumarte algo que haga que se disuelva entre volutas de humo.
Si aceptas finalmente que está, hazte un favor: acaríciale, obsérvale. Déjate cuidar por él.
Se sienta, paciente, junto a los restos que dejó lo que quedó roto dentro de ti.
Gruñe y hasta puede que muerda a los extraños que se acercan a los restos. Esos restos son, quizá, tu madre que podía y cargaba con todo y con todos, y que ahora está hecha pedazos en tu alma.
Eso que se rompió en ti es lo que atrajo al perro negro, y él no permitirá que nadie toque ningún trozo. Salvo tú.
A ti también te gruñe si te alejas del montón de escombros. Poca cosa te deja hacer, no das para mucho en casi nada.
Tristeza, el perro negro, hace bien su trabajo.
Imagen «Perro Negro» de Shutterstock
Si no has tenido éxito echando al perro negro, te pasearás por los restos del derribo del que no te deja alejarte. Unirás por casualidad un par de piezas. Darás forma a otra, casi sin quererlo. Modelarás al principio con torpeza, y cada vez con más ganas y más tino, lo que se rompió dentro de ti.
Darás forma a esas manos que tocaron tu frente cuando tenías fiebre, y no te olvidarás de darles el temblor que ahora tienen. Esculpirás con los trozos de su espalda entonces erguida y que tal vez tuvo una sensual curvatura, un volumen ahora vencido y cansado. La piel suave de su cara se arrugará en tus manos y su vitalidad y resolución serán ahora melancolía e indecisión.
Mira tus manos. Brillan de amor mientras reconstruyes. Vaya, qué descubrimiento, ¿verdad?.
Sigue.
Hincha sus pies, que encajaban perfectos en esos zapatos de tacón. Aplica el mate a su pelo brillante cuyos rizos acariciabas mientras te dormías en sus brazos.
Termina con sus ojos. Pónselos. Te recuerdan a alguien. Son los mismos, ¿verdad?. Es ella. Sigue siendo ella, a la que amabas, a la que amas.
Tu reconstrucción te satisface aún más cuando la miras y es idéntica. Es ella. Vive en tu alma y en el mundo, imagen idéntica la una de la otra.
Ya no queda ningún trozo por el suelo, y tú no te has dado cuenta de que el perro negro hace un rato que se ha marchado.
Cuando caes en ello, piensas en cuántas veces ha venido antes en tu vida. Piensas en el olfato que siempre le atrajo y le hizo aparecer tras un derrumbe en tu alma. Tal vez te des cuenta de cómo reconstruiste en todas aquellas ocasiones.
En lo fértil que fue aquel periodo de barbecho.
Tal vez te sobrecojas pensando en qué hubiera sido de ti si hubieras conseguido echarle, si cualquiera hubiese podido venir a llevarse restos de tu derrumbe, de tu pena. De ti.
Acaricia a tu perro negro y deja que vele tu sueño mientras la fuerza vuelve a tu alma.
Y, entonces, deja a tu genio crear vida y amor con lo que la vida rompió.
Francisco Javier says
Gracias por este bellísimo texto sobre lo que no nos parece bello.
Pero darle los buenos días a la tristeza, como decía Françoise Sagan, incluso desayunar con ella es la mejor manera de hacerle un espacio en nuestro corazón.
El otro día leí que Churchill, a pesar de su tristeza, había conseguido ganar una guerra.
Un abrazo
Sonia says
Brutal, precioso.
Gracias!
Christian says
En el campo de la tristeza o del total derrumbe de nuestra alma es quizás donde pueden germinar las semillas de nuestra total reconstrucción….el perro negro también fue mi compañero de mis días más tristes, me acompañó cada segundo de un tiempo en que no sabía cómo salir adelante.
Y sin embargo, dejé que fuera parte de mi vida, aunque su compañía, al principio, me desesperaba.
Y sin embargo, le fui dando un lugar, me enseñó a que la soledad, bien llevada, puede hacer que te descubras de una manera nueva, e incluso, que surjan cualidades que no sabías que venían incluidas contigo.
Y hoy le doy gracias a ese perro negro que se vino a instalar en todo ese tiempo de cambios tan difíciles que viví….sin él, no estaría hoy aquí, escribiendo este comentario, renovado, reconstruido, re-inventado…
….porque pasó el tiempo, y un día me di cuenta que ese perro se había ido, dejando en mí lo mejor que pude sacar de un tiempo de mucha tristeza: que vales mucho, que eres más fuerte de lo que crees, que todo es temporal, y que ,aunque suene a cliché barato, el sol siempre, siempre, vuelve a brillar.
Un abrazo a todo aquel que lea este artículo, y en especial a Hana (siempre estaré agradecido de ti).
Laura says
Hola Hana,
Precioso. Mucho. Y dices en el mail que introduce el post «(…) el verano llama a otro tipo de sensaciones (…)» pero yo hace poco leía (no recuerdo la fuente, no puedo citarla) que precisamente al ser una época de mayor luz, las sombras se hacen también más grandes, y presentes. Abrázalas fuerte y sigue el camino en su compañía.
Un abrazo,
Laura
soco says
Me ha encantado, aquí estoy hecha un mar de lágrimas, es verdad núnca pensé que se pudiera escribir tan bonito de algo que no queremos, gracias.
virginia says
Sin palabras 🙁 cuando ese precioso perro negro,duerme a los pies de mi cama.
Mónica says
Magnífica la metáfora. Magnífico y conmovedor, el artículo. Gracias, Hana, por compartirlo.
Sandra Riera says
Guau !
Precioso.
Olaya says
Hola Hana,
Muy bonito, me ha gustado mucho, enhorabuena a RJ y a ti por compartirlo.
Añadimos sufrimiento a la tristeza cuando nos empeñamos en pelearnos con ella para que se vaya. El perro negro siempre viene por y para algo, conviene dejarle entrar y estar mientras lo tenga a bien aunque sea difícil. Eso sí, no hay que cogerle demasiado cariño y permitirle marchar también cuando se tenga que ir, cuando haya cumplido su función 🙂
Un fuerte abrazo a todos,
Olaya
Olga Martinez Renedo says
Bonita metáfora.
Opino que no hay cosa mejor que los cuentos y las metáforas para explicar según que cosas y…se entiendan.
Me quedo con esto.
«Tal vez te des cuenta de cómo reconstruiste en todas aquellas ocasiones.
En lo fértil que fue aquel periodo de barbecho.»
Lo bueno de vivir es que vamos acumulando experiencias y por malo que sea el momento el perro negro ya nos ha visitado antes y sabemos que tarde o temprano se aleja por propia voluntad y entretenidos en reconstruirnos con los escombros ni nos damos cuenta de que se ha ido.
También creo que es lo bueno de la creatividad.
Si te centras en mirar los escombros que tienes delante y en elegir qué pieza es la siguiente que encaja, puede que la presencia del perro sea algo que está ahi cerca. Pero no lo único a lo que mirar.
Tengo amigos que ante un momento malo lo que hacen es meterse en la cama y dejar pasar el tiempo.
A las 5 de la tarde eso les sirve para dar más y más vueltas a la presencia del perro negro, a entrar totalmente en bucle.
O hacen todo lo contrario e intentan no estar nunca solos y en silencio.
Mucho salir, distraerse, no pensar…
A mi no me gustan ninguno de los dos métodos para ahuyentar al perro negro.
Ambos lo hacen demasiado «importante»
En uno se te sube a la cama.
En el otro andas todo el dia pendiente de perderlo de vista y cuanto más intentas darle esquinazo menos funciona.
El perro negro va a seguir a tu lado hasta que decida que es el momento de marcharse.
Yo prefiero convivir con su presencia y con la certeza de que uno se reconstruye las veces que haga falta.
Y en que cada periodo de barbecho ha sido fértil.
Si en ese tiempo de barbecho encuentro algo creativo que hacer, el perro me acompañará.
Pero plácidamente dormido en su cama.
Ni pegado a mi , ni persiguiéndome más cuanto más quiero darle esquinazo.
Conviviremos.
Leia no hace mucho sobre la relatividad del tiempo.
Estando tristes parece que el tiempo no pase.
De pequeños parece que el tiempo no pase.
O dicho desde la «adultez»…El tiempo parece que pasa cada vez más rápido.
http://www.efesalud.com/noticias/envejecer-cambia-la-nocion-del-tiempo-pasa-cerebro/?platform=hootsuite
3-Teorías sobre la relatividad del tiempo.
Esta teoría, descrita por Paul Janet, defiende que no podemos percibir a todas las edades el tiempo del mismo modo, porque no hemos vivido lo mismo. Para un bebé, un año es el 100% de su vida. Para un niño de 10 años, supone el 10% y para un adulto de 50 años solo 2%.
Por fortuna, a medida que crecemos y acumulamos experiencias todas ellas pueden ir relativizándose.
O asi lo veo yo.
Las buenas y las malas.
De adolescente puedes no tocar el suelo convencida de que has encontrado al amor de tu vida.
Para cuatro dias más tarde sentirte morir porque el amor de tu vida te deja y parece que no lo superarás.
Pero lo haces.
Si tu vida en ese momento es el 15% del total de la vida que te queda por vivir normal el sentirte morir.
Pero a medida que pasa el tiempo y el perro negro te visita una y otra vez y ves que no te mueres…Puedes plantearte que también en esta ocasión remontarás.
De paso con algún aprendizaje más.
Eso quien quiera salir del barbecho aprovechando que la tierra se haya recuperado del desgaste de continuadas cosechas.
Hay quien ni se plantea que los escombros le pertenezcan o le sirvan.
Prefieren dejarlos atrás y alquilar otro momento vital sin perros negros, o escombros presentes o pasados.
http://www.lavanguardia.com/lacontra/20160611/402426129962/si-aumentas-la-conciencia-los-cambios-en-tu-vida-vienen-solos.html
Si abrazas ese pensamiento, ya no continúa reproduciéndose. Sabemos que una mente distraída es una mente infeliz. Debemos acceder a la conciencia, un tipo de inteligencia innata de la que sabemos poco pero conocemos su poder.
La conciencia plena se ejercita prestando atención de manera activa en el momento presente y sin juzgar. Desarrollar la capacidad de abrazar la realidad de las cosas es curativo y transformador, cambia nuestro cerebro, tal como demuestran las investigaciones neurológicas.
Esto con algo más de cinismo pero…El caudal.
A veces será un gota a gota. A veces casi un torrente desbordado
https://ristomejide.com/2016/06/20/la-tristeza-se-acumula-la-felicidad-no/
«Si me lo preguntas a mí, soy más de los que no ve el vaso ni medio lleno ni medio vacío. Y es que a mí no me preocupa el volumen, sino el caudal.
La mejor forma de llenar esta bañera que perdió el tapón hace tiempo, es tratando de que siempre el flujo de cosas buenas sea mayor que el de las cosas que te hacen mal.
Eso es disfrutar la vida a temperatura aceptable.
Eso es procurarse todos los días cosas y personas bonitas.
Y compensar así esas otras no tan bonitas, el único lastre que es imposible soltar.”
Maria says
El perro negro, al que he tenido un tiempo alado mio, encima mio, detras y delante mio, me ha hecho mejor persona. Ha sido duro, muy duro. Pero le doy las gracias, claro que si.
China says
Donc imposer ses vues aux autres c’est tolérable tant que ce sont les religieux qui suen;sbit…sau moins c’est clair