El otro día encontré mi monedero. Es un monedero de plástico que me gusta mucho porque me parece que llevo un solecito en el bolso 🙂
Lo encontré debajo de unos papeles y me alegré porque creía que lo había perdido. Aunque esto no hubiese sido ninguna sorpresa porque siempre he sido bastante despistada, y la falta de sueño no ha hecho más que empeorar mi facilidad para los descuidos. A veces pienso que mis despistes se producen porque siempre tengo la cabeza a reventar de ideas y planes, y mis neuronas no dan para más…aunque otras veces pienso que el despiste, simplemente me viene de serie.
Total que cuando fui a echar mano del monedero me di cuenta de que no estaba…y de que tampoco me acordaba de cuando lo había perdido de vista. Haciendo memoria llegué a la conclusión de que la última vez que lo había visto había sido cinco días antes…y Oh! sOrPrEsa! Durante esos cinco días y cinco noches no lo había echado en falta en ningún momento.
Esto me hizo mucha gracia…aunque enseguida pensé que, si efectivamente lo había perdido, las posibilidades de encontrarlo después de cinco días eran bastante remotas.
Aún así, no me importaba mucho porque tampoco llevaba dinero en metálico y aunque es un engorro pedir un duplicado de todo, ya he aprendido a no agobiarme lo más mínimo por estas cosas.
Pero de pronto lo comprendí. Fue como cuando de repente se te enciende la bombilla y dices: ahaaaaa!!! → Porque si he pasado cinco días sin cartera sin darme cuenta, es que durante esos cinco días no he necesitado gastarme un duro. Es que puedo vivir perfectamente consumiendo estrictamente lo necesario. Es que estoy dominando el arte de vivir con poco. Es que he eliminado de una forma muy efectiva muchas necesidades absurdas que antes tenía. Si he pasado cinco días sin cartera sin darme cuenta es que tengo cierta independencia.
Y de repente, me inundó una ligera sensación de libertad. Libertad. Si, esa palabra que nos gusta tanto y que nos frecuenta tan poco.
Una sensación impagable ———- «impagable»….¿lo pillas? 😛
Lo raro en todo esto, es que un dia no pierdas la cabeza, a mi lo que realmente me da miedo, es que un dia, te dejes a la niña en cualquier lado, jeje…..Creo que eso no ocurrira, ya que pareceis simbiontes. Yo la cartera la llevo en el bolso, pero me puedo tirar toda la semana sin necesidad de sacarla de ahi, eso sí, ahi tiene que estar, por si acaso 🙂
Ya, pues fíjate que a mi me entra algunas veces un miedo horrible de eso mismo…me digo, ¿y si un día se me va la olla y me dejo a Randa en algún lado? Puf….en fin, creo que sería muy difícil que me pasase algo así, pero por si acaso, voy con un millón de ojos!! :*
Desde luego Hana a veces, pareces leerme la mente jajaja
Justo hoy de camino a la piscina, estuve pensando en eso de vivir con menos, y en la cantidad de cacharros inservibles que llenan nuestras vidas, y abro tu blog y aquí estás hablando de lo mismo.
Comprendo perfectamente esa sensación de libertad de la que hablas: yo últimamente he hecho algunos avances al respecto con algunas cosas de las que he decidido prescindir.
-El coche (la empresa me prestó uno durante los primeros 6 meses, no voy a negar que no me fue útil, contando que vivo en un pueblo perdido de Francia ) pero tras reflexionar en la necesidad de tener uno, vi que la respuesta fue no. A pesar de ser un pueblo está bien conectado por tren y para moverme dentro me he traído mi vieja bici de España, he instalado unos focos y una cesta y pistaaa!! para que quiero más?? Ahora no contamino, no gasto en gasolina, seguros… y hasta hago ejercicio.
-El móvil: tras instalarme la línea de internet con teléfono fijo, jubilé mi móvil; que ha quedado guardado en un cajón. Su uso ahora se limita a confirmar compras de billetes de tren y por si viajo (aunque siempre se me olvida o está sin carga jajaja) y quien de verdad quiera hablar conmigo siempre me encontrará en casa a mediodía, por la noche, el finde o puede escribirme un correo, que tarde o temprano los leo.
Son dos cosas que la mayoría de las personas consideran básicas, pero probablemente para muchos, sean un mero lujo prescindible.
No digo que nadie debiera tenerlas, pero todos debieramos plantearnos si nos son necesarias y al menos limitarlas por familias…
Pero como los coches y los móviles, la lista puede continuar largo y tendido….
Es curioso, verdad? como nos complicamos la vida en los superfluo.. para los que somos del club del despiste crónico, simplificar es una garantía de reducir pérdidas y transpapelamientos…
Por cierto, tiene mucho mérito eso de no gastar ni un duro en 5 días!! yo cuando pierdo la cartera (que suele ser a menudo…) me entero bastante rápido jajaja
Un abrazo 😉
Vaya! Lo primero es que cuando he leído que estás en Francia, me ha dado un poco de bajón…contaba que algún día quedásemos para charlar. ¿En que parte de Francia vives? Yo he vivido en Niza y en París, en total casi 3 años…on peut parler en français alors… 😉
Bueno, y también decirte que esos dos cambios que has hecho me parecen de los más difíciles de hacer: movil y coche: son dos huesos duros en nuestras vidas. Yo sin coche podría vivir, de hecho, ODIO CONDUCIR. Lo detesto profundamente, de verdad. Y siempre que puedo, utilizo transporte público. En cuanto al movil, cuando lo perdí en agosto, me planteé renunciar por completo a tener otro, pero cada vez que cogía el coche con Randa me daba miedo no tener una forma de comunicación…así que fíjate que absurdo: tengo móvil porque uso el coche, y no me gustan ninguna de las dos cosas, jaja!
Y que viva el club del despiste crónico…yo no podría haberle puesto un nombre más apropiado 😀
Otro abrazo para ti, Diego!!
Anda!! También has vivido en Francia?! Pues yo estoy en un pueblo de unos quince mil habitantes del dep. 61 en Baja Normandía, nada que ver con las ciudades en las que tú estuviste. Hice algunas entrevistas nada más terminar la carrera hace ya un año y nada, a la aventura que me vine. De todos modos paso bastante por Madrid así que cuenta con encontrarnos algún día 😉
A mi conducir tampoco me apasiona… te puedo contar una anécdota bastante graciosa con la que comprenderás el porqué: hace un par de años el día de navidad a la hora de comer aparcando el coche, el pie se me resbaló del embrague y el coche sin prisa pero sin pausa se metió literalmente en una carnicería!!! para colmo había dejado de comer carne hacia unos meses! el escaparate, dejó de existir, imagíname con la policia y los carniceros… jajajja un show!!
Y los móviles, como bien dices, para viajes vienen muy bien, el problema es cuando se usan mas de lo debido y eso le pasa al 95% de la población sobre todo desde que han aparecido las aplicaciones, el whatsapp y demás familia… que absorbe literalmente a la gente: lo venden como que puedes hablar con todo el mundo en todo momento y al final no hablas de nada con nadie y no prestas atención a quien tienes delante de ti…
À bientôt 🙂
Eso de : "Es que estoy dominando el arte de vivir con poco" me gusto mucho.
También quisiera dominarlo, de hecho estoy en ese proceso, pero con tantas tentaciones de consumismo, es un poco difícil…, pero si, hay que hacerlo….
A mí me pasa continuamente con las llaves: ¿será que hay alguna puerta que no quiero abrir? ( O.o)
Me punto al club del despiste. También viví lo del celular (qué gozada no tenerlo!!) pero pasando el día de acá para allá, con una madre mayor y un niñi pequeño en la escuela no quedó otra que reincidir. Ahoar mismo en vacaciones estoy ordenando estantes y varios lugares de casa encontrando cosas que uno guarda "por si acaso… " y descartando, redireccionando: lo que ni sé que tengo y por lo tanto no uso también puede venirle bien a otro. Cuanta energía estancada y ocupando lugar que puede ser llenado con algo significativo en el hoy y ahora… Abrazo!