Aunque lo que voy a contar en este post sucedió hace más de 7 meses, no podía dejar de compartirlo por aquí, en mi casita virtual. Porque el nacimiento de mi hija ha sido lo más mágico que he vivido nunca.
I
Toc, toc, ¿hay alguien ahí?
El día 15 de febrero me desperté a las 7 de la mañana, después de dormir toda la noche profundamente. Me desperté muy descansada, alerta y con la mente despejada y esto me extrañó porque hacia mucho tiempo que no me levantaba así. La noche anterior había estado bailando y pensé que quizá fuese por eso. Me quedé en la cama divagando cuando de repente me entraron unas ganas enormes de llorar. No entendía nada…empecé a buscar razones por las que me pudiese sentir así…no encontré ninguna: llevaba en Javea 8 días, esperando tranquilamente la llegada del bebe, relajada, disfrutando del sol y de largos paseos, de la brisa…en una palabra: disfrutando de ese momento tan especial.
Seguía divagando cuando me sorprendieron las primeras contracciones alrededor de las 8:30 de la mañana. Eran contracciones distintas a lo que había sentido hasta ahora, ya que me dolían y aunque no eran regulares, tenían ritmo. Volvieron las ganas de llorar y de repente lo comprendí todo…mi bebe estaba viniendo. Me quedé un rato más en la cama, para intentar dormir y para ver si seguían las contracciones y con qué intensidad. No pude dormir más, y no fue por el dolor de las contracciones sino por la emoción, la curiosidad y la expectación.
A las 10.30 entró Antulio en la habitación y me propuso un plan para el día. Las contracciones no habían parado así que le dije: creo que el bebe viene hoy. Me miró sonriente durante un momento, con una mezcla de incredulidad y confianza y se fue. Yo también me levanté, hice una hora de yoga, me preparé un buen desayuno, hablé con Laura y con Chris y nos fuimos a dar una vuelta por el paseo marítimo de Javea. Comimos en una terraza al sol y las contracciones no paraban. Notaba como crecía la expectación en mi, así que con mi copa de agua brindé con Antu: hoy es el día. Fue un día muy especial, en el que el sol brillaba de forma diferente y en el que yo también me sentía muy especial…no se me borró la sonrisa en ningún momento. Pensaba en que me quedaba muy poco para conocer a mi hijo o hija, y es que el sexo del bebe iba a ser una sorpresa en el parto. Una sorpresa a medias porque una insinuación bastante inoportuna de una ginecóloga en la semana 17 me hizo pensar que era un niño. Además, prácticamente todo mi entorno daba por hecho que era un niño por la forma de mi barriga, porque decían que me había puesto muy guapa, y por otros mitos del embarazo. Al final Antu y yo lo dabamos por hecho también, y cuando nos referíamos al bebe, hablabamos del niño. Aunque tengo que reconocer que yo, en el fondo, seguía queriendo una niña.
Seguimos disfrutando del día hasta justo antes de la puesta de sol, sobre las 18:30. El dolor empezaba a ser cada vez más molesto por lo que nos volvimos a casa. Allí, me di un baño caliente bastante largo pero la intensidad iba subiendo. Empezamos a recogerlo todo para irnos al hospital, aunque quería esperar a que las contracciones fueran más fuertes. Cené y me puse algo de música y, con la pelota de dilatación, empecé a probar distintas posturas que me ayudasen a sobrellevar el dolor. Me sentía bien, las canciones me ayudaban a desconectar y me ponían de muy buen humor. La intensidad seguía aumentando pero no me encontraba nada mal. Hasta que de repente vomité la cena. Eran las 10 de la noche, hora de ir a Acuario.
Se va acercando
En el coche se intensificó más aún el dolor. Con cada contracción me levantaba en tensión del asiento, así que empecé a soltar un mantra o cántico espontáneo: ooooohhhhhhhhhhhhhhh…ooooooooooohhhhhhhhhh… y parecía que me ayudaba. El trayecto fueron 15 minutos, pero Antu lo recuerda como eterno.
En el hospital Acuario estaba Gloria, la matrona de guardia. No la conocía (únicamente había hablado con ella un par de horas antes cuando la llamé desde casa para confirmar síntomas), pero enseguida sentí que íbamos a hacer un buen equipo. Lo primero que me dijo fue: yo voy a ser tu acompañante, y esto me hizo sentir muy segura, quizá porque me daba mucha libertad y confianza. Entramos en el paritorio y me comentó que las contracciones eran muy seguiditas así que me hizo un tacto: bolsa intacta, cuello del útero borrado, todo muy fino y blandito, pero solo 2-3 centímetros de dilatación. El bebe estaba bien colocado y era cuestión de que se encajase. Gloria me propuso subir a la habitación y ver como iba evolucionando. Me ofreció homeopatía para llevar mejor las contracciones porque veía que estaba doblada del dolor y me sugirió que me pusiese a cuatro patas todo el tiempo que pudiese para que el bebe fuese encontrando el camino. Había algo en ella que me hacía sentirme segura; tenía una absoluta confianza en mi, en el bebe y en el proceso, y todo en ella reflejaba seguridad y experiencia.
En la habitación me tomé un vaso de agua y lo vomité también. Las contracciones eran continuas, cada 2-3 minutos, y el dolor estaba empezando a ser difícil de llevar. Me planteé cuanto tiempo podría aguantar ese dolor tan intenso y desgarrador, un dolor que empezaba en la zona baja del útero y se extendía como fuego hacia mis riñones. Un dolor totalmente nuevo, y es que yo nunca había experimentado ni sabía lo que era un dolor de regla. Ahora mirando hacia atrás creo que, además de la novedad, la intensidad y la frecuencia del dolor de las contracciones me sorprendieron, y eso hacía que en algunos momentos me sintiese bloqueada e incapaz de dejarme llevar por el ritmo de las mismas. En esos momentos parecía que mis endorfinas se habían ido a dar una vuelta por el jardín. En otros momentos me sentía en un planeta distinto, en mi PPP (mi Particular Planeta Parto), y me desconectaba totalmente de lo que estaba pasando fuera de mi. El mantra (ooooooohhhhhh, oooooooohhhhhh…) me ayudaba a mantener el suelo pélvico relajado y a meterme en mi proceso interior ya que subía o bajaba de intensidad en función de la fuerza de la contracción. Comprendía que era inútil resistirse al dolor, y tenía que aliarme con él, dejar que la contracción pasase por mi y pensar que cada una de ellas era una menos para concocer a mi bebe…que cada contracción era el medio que tenía el bebe para ir avanzando en su viaje. Gloria subió a la hora y media más o menos, me hizo otro tacto y monitores. Estaba de 4-5 cm y la bolsa seguía intacta. El bebé estaba bien pero seguía sin encontrar el camino así que me dijo que tenía que seguir a cuatro patas y me dio homeopatía para ayudar al bebe a posicionarse. Esto fue mano de santo ya que en cuanto me tomaba las bolitas notaba movimiento por la zona baja del útero. También me comentó que el momento decisivo en la evolución del trabajo de parto es cuando empiezas a notar las ganas de empujar. Y me dio ánimos, ánimos que yo agradecía profundamente. Que cercana Gloria, que natural, que discreta, que experimentada…que suerte tenerla ahí conmigo, cerca, pero dejándonos nuestro propio espacio.
Seguí en la habitación, a sorbitos de agua. No me entraba nada más. A ratos, el hecho de que no se hubiese roto la bolsa, que el dolor siguiese en aumento y la incertidumbre de cuanto duraría la dilatación me hacían flaquear, sentirme débil. Me ponía a cuatro patas para ayudar al bebe, pero se me cansaban las piernas. Y, de repente, empecé a encontrarme muy, muy cansada, con mucho sueño…hubiese dado un brazo por poder echarme cinco minutos con los ojos cerrados en la cama. Pero no había tregua, cuando me tumbaba, la contracción me dolía tres veces más así que tenía que resignarme a estar de pie, a cuatro patas, o inclinada con los brazos apoyados en Antulio o una mesa. Y de vez en cuando le susurraba: Antu, no puedo mas, de verdad, no voy a poder…y él me ayudaba con masajes y palabras de animo. Antu nunca me había visto así, pero no dudaba de que sería capaz de hacerlo. Me decía que estaba orgulloso de mi, que era una jabata, y eso me hacia fuerte y me daba ánimos para seguir adelante.
A veces, entre las contracciones, me ponía a cantar…pero era extraño porque yo, que me se las letras de todas las canciones, en ese momento no cantaba nada en particular…me inventaba las melodías. Creo que, instintivamente, el cantar canciones que no existían me ayudaba a dejar de intentar controlar la situación. Otras veces, de pie, le hablaba a mi bebe pasándome las manos por la barriga de arriba a abajo, como enseñándole el camino. Esto me ayudo muchísimo porque al pensar en el bebe, sonreía y esto me hacía desconectar del dolor, asociándolo a su inminente llegada…lo visualizaba intentando posicionarse, buscando instintivamente la salida de la que había sido su confortable casita durante nueve meses…y sonreía…porque mi instinto siempre ha sido mi “Manual de Vida” y sabía que mi bebé sabría seguir el suyo también.
Pasadas las 3 de la madrugada Gloria volvió a subir. Había dilatado un centímetro más, dos a lo sumo y la bolsa seguía intacta. Siguió dandome ánimos y fuerza y me dijo que cuando no pudiese aguantar más las contracciones bajase al paritorio a darme un baño caliente. Aquello sonaba muy bien. Aun así, me propuse seguir un rato más en la habitación. Me senté en la mecedora y con los brazos apoyados en Antu pasé unas cuantas contracciones fuertes, entre cánticos, mantras y melodías inventadas. Incluso hubo un momento cómico justo después de una contracción fuerte en el que, sin venir a cuento, solté: RIAU, RIAU!(una expresión que utiliza Antulio a veces) y empezamos a reírnos los dos por lo espontáneo y lo extraño de la situación.
No se cuanto tiempo pasó hasta que subió Ana, la enfermera. Me comentó que lo estaba llevando muy bien para ser primeriza, y le dije: ¿Bien? Entonces…¿Cómo es llevarlo mal? Me contestó que a veces el dolor puede desbordarte, hacerte perder los nervios y descontrolarte por completo, y que yo estaba muy bien, muy serena y entera. Eso me dió muchísimos ánimos.
I
Ya queda poco para conocernos
Al rato sentí que me vendría bien un cambio de aires así que le dije que quería bajar al paritorio. Eran más de las 4. Como pude, bajé las escaleras hasta la planta de abajo y llegamos al paritorio. Me parecía estar viviendo un sueño: noche cerrada, los pasillos del hospital vacíos, el ambiente tan especial del paritorio en la penumbra, y mi hijo/hija haciendo su camino. Antu se puso a colocar velas y Ana empezó a llenar la bañera y fue a llamar a Gloria. Cuando me metí en el agua, de repente, una oleada de bienestar me recorrió todo el cuerpo. Cuanto lo agradecí. Mi expectativa era que con el agua calentita las contracciones serían mas suaves, y así me pareció al principio. Al cabo de un rato, empezaron a ser más fuertes que cualquiera que hubiese sentido anteriormente. No entendía nada, ¿no se supone que el agua te relaja y te ayuda a llevar las contracciones? Según me comentaron mas tarde, efectivamente el agua te relaja, y precisamente esa relajación hizo que el proceso se acelerase haciéndolas más fuertes.
Cuando salí de la bañera, me sorprendió una contracción brutal que parecía que no se iba. Me temblaban las piernas. Me vestí a duras penas y de pie, apoyada en Antu, aguanté un par de contracciones más. En ese momento me di cuenta de que algo había cambiado; las contracciones venían acompañadas de una especie de espasmos suaves que me recorrían. En ese momento noté como si rompiese aguas pero en realidad no era eso; solo era parte del flujo que llevaba soltando toda la noche. Eran alrededor de las 5 de la mañana y le dije a Gloria y a Antu que me iba al baño. Gloria me respondió: quédate en el baño sola un rato y aguanta ahí unas tres contracciones…cómo sabía ella lo que iba a pasar. Asi que me fui al baño e hice lo que me dijo. Y cuando me senté en el wc me llevé una sorpresa mayúscula: fue como si la orquesta de la vida empezase a tocar al unísono. Las contracciones que sentí cuando estaba en el baño fueron salvajes, una oleada de fuerza e intensidad increíbles se apoderaron de mi, una fuerza e intensidad que parecían provenir de otro lugar. Por fin noté las ganas de empujar, por fin noté a mi bebe encontrando el camino, por fin todo tuvo sentido. Fue apoteósico; mi cuerpo estaba funcionando por si mismo a la perfección, mi cuerpo estaba pariendo a mi bebe, mi bebe estaba naciendo a su ritmo, la naturaleza estaba siguiendo su curso, imponiendo su cadencia…y yo tenía que estar a la altura. Durante esas tres contracciones tan potentes, mi cántico subió y subió y subió de tono, hasta convertirse en aullido…me parecía increíble que esos sonidos estuviesen saliendo de mi…de nuevo confirmaba que no era yo la que controlaba la situación, sino algo mucho más poderoso. Así que me dejé llevar.
Al salir del baño, totalmente fascinada, noté otra vez bastante flujo cayendo. Esta vez era algo mas escandaloso por lo que se lo enseñé a Gloria. Ella me indicó que entrase en el paritorio y que me sentase en la silla de partos; el momento estaba cerca y tenía que empujar en cada contracción porque el bebe ya estaba descendiendo por el canal de parto, ¡que emoción! Antu se colocó detrás de mi y sentada sobre la silla de partos, yo me apoyaba en sus rodillas. Ana lo grababa todo. En esto llegó Pere, cómo me alegré de verle. Había tenido tres revisiones con él y solo tengo palabras de admiración y agradecimiento. Enseguida se notó su presencia en el paritorio, ya que me dio más seguridad si cabe…pero se mantuvo en segundo plano. Me pareció una increíble muestra de respeto.
En las siguientes contracciones se hizo el silencio. Y es que yo estaba notando perfectamente como estaba bajando la cabeza del bebe y como mi cuerpo estaba empujando solo, pero de mi garganta ya no salía ningún sonido. Yo me limitaba a cerrar los ojos y concentrarme para que mis esfuerzos físicos conscientes se coordinasen con el resto de la orquesta. En los pujos lo daba todo, y entre contracciones respiraba profundamente y escuchaba mi cuerpo para no perder el ritmo con aquel proceso tan maravilloso que estaba viviendo. No recuerdo muy bien, pero creo que fueron 3 o 4 pujos los que sacaron la cabecita de mi bebe que venía con un brazo por delante a lo superman. Yo noté perfectamente como salía la cabecita, sin dolor…lo estaba sintiendo todo, en silencio, en crudo. Qué momento más indescriptible de PURA VIDA. Y antes de que pudiese darme cuenta, llegó otra contracción que terminó de empujar al bebe hacía la vida exterior. Esta última fase de pujos en el paritorio duró unos 15-20 minutos…¡nada mal para una primeriza!
¡Hola mi vida!
Y entonces, a las 5:45 de aquella mágica madrugada, empezaron a contar los segundos del momento mas increíble de mi vida. Cuando terminó de nacer de mi, Pere y Gloria me dijeron: ¡coge a tu hijo, coge a tu hijo! Y lo cogí y lo vi…ahí estaba mi bebe por fin, perfecto, precioso y con los ojos abiertos como platos. Le puse sobre mi pecho y durante esos momentos indescriptibles puedo decir que me sentí la mujer más plena, especial, valiente y afortunada del planeta. Mi adrenalina estaba disparada, por lo que me resulta difícil explicar con palabras esos momentos; que mezcla de incredulidad, de emoción desbocada, de VIDA con letras mayúsculas. Estábamos tan alucinados, que hasta pasado un rato no nos dimos cuenta de que todavía no sabíamos el sexo de nuestro bebe; y es que lo tenía tan pegadito a mi que no se me ocurrió separarlo para comprobarlo. De hecho, lo tuvo que preguntar Antu porque a mi en ese momento me daba igual. Gloria lo verificó y me anunció: es una niña. Entonces volví a vivir un pico de profunda emoción: una niña, es una niña, una niña…no paraba de repetir. No podía creérmelo…una niña contra TODO pronóstico. Mi niña Randa…¿qué había hecho yo para merecer tanta felicidad?
Gloria esperaba a que dejase de latir el cordón para cortarlo y yo, que tenía a Randa sobre mí, me seguía sintiendo totalmente unida a ella. Antulio fue el que lo cortó, y al rato salió la placenta. Pesaron a la nena, le dieron la vitamina K oral, comprobaron un par de cosas mas y nos dejaron solos en el paritorio para disfrutar de esos momentos tan maravillosos, juntos en intimidad; nuestros primeros momentos como tres. Randa se enganchó a mi pecho inmediatamente y en ese momento, juntas, seguimos creando el vinculo que habíamos empezado nueve meses atrás. Fueron unos momentos impagables de paz, de alegría inconmensurable, de curiosidad y de adaptación. Solos los tres, viviendo un sueño despiertos.
No se cuanto tiempo pasó hasta que volvieron Pere y Gloria. Cuando me incorporé, noté como mis órganos se recolocaban y fue una sensación extraña. Me ofrecieron la silla de ruedas o el ascensor para subir a la habitación, pero yo me encontraba muy bien…de hecho, me encontraba mejor que nunca en mi vida; y es que no me habían puesto vía, ni utilizado oxitocina sintética, ni ningún tipo de anestesia, ni forceps, ni episiotomías, ni tenía puntos…el parto evolucionó con normalidad en todo momento y cuando esto sucede, muchas de esas intervenciones son innecesarias. Así que, por las escaleras (las mismas que bajé unas horas antes siendo otra mujer), orgullosa, feliz, agradecida y con Randa en mis brazos, subimos los tres a la habitación para empezar nuestra nueva vida.
Tengo que decir que este parto me ha marcado. Me he vuelto a sorprender a mi misma de una forma que nunca hubiese imaginado. Nunca pensé que fuese capaz de llegar tan lejos, de ser tan fuerte y determinada, de sentirme tan poderosa, de seguir mi instinto de una forma tan brutal, de elegir tan conscientemente, de nuevo, la VIDA. Y es extraño porque a los dos días, cuando paseaba de nuevo por el hospital con mi niña en brazos y recordaba aquella noche, me inundaba la nostalgia.
Porque el dolor ya no era dolor…
el dolor se había vuelto fuerza e intensidad;
el dolor se había transformado en privilegio, en magia;
el dolor se había convertido en milagro…
el milagro que había hecho nacer una nueva vida de mi cuerpo.
Noelia says
Gracias por compartirlo, es precioso. Dan ganas de ponerse a parir!
Hana says
Gracias a ti por leertelo, Noelia! 🙂 Y gracias por tu comentario, has sido la primera persona en comentar en mi blog, que ilusioooooon!!!
Uma says
Me encanta, muy bien escrito y resumido. Se lo voy a recomendar a un par de amigas que están embarazadas y sólo pueden pensar en como van a llevar el parto, seguro que leer tu experiencia les ayuda.
Hana says
Me alegro de que te haya gustado y ¡espero que a tus amigas tambien!
Violeta says
Me ha encantado! Muchas gracias por compartirlo, me he emocionado muchísimo! 🙂
Hana says
Gracias a ti Violeta por leerte este relato. Me alegro de que te haya gustado. ¡Un abrazo!
karmen says
Por ahora te felicito y me felicito por reanudar esta comunicacion lejan a pero estrecha. manan a con calma vere tu pagina porque por ahora estoy en un celular y poco puedo leer con letras tan pequenas pero hana que gusto ha sido verte. haz anunciado tu pagina el dia de mi cumpleanos y te seguire de nuevo soy karmen de mexico saludos con carino para ti y ttu nella
Hana says
Muchas gracias por tu mensaje Karmen, me has hecho sonreir. Es verdad que estamos lejos, pero cuando se conecta a otros niveles, la distancia no importa. Me gustaría felicitarte por tu cumpleaños, aunque ya ha pasado y decirte que espero que mantengamos el contacto.
Un abrazo fuerte
Mariana says
Una descripcion inigualable, te transporta a la sala de partos y trasmite todo el amor que hay en ti, gracias por compartirlo
Hana says
A ti por leer sobre la aventura de mi hijita…¡un abrazo!
laura says
Increible! me ha encantado tu experiencia y cómo la relatas…enhorabuena!!
Hana says
Gracias Laura! Me alegro de que te haya gustado el relato
Dana says
Hana, una vez más ¡enhorabuena! Eres un ejemplo de mujer, mamá, emprendedora, coach, digno de seguir … Ya te dije de viva voz que me habías despertado el instinto maternal … 🙂 ¡Mil gracias por compartir ese momento mágico! ¡Y por toda la energía que me aportas en el día a día! Besos mil
Hana says
Juer Dana, que me pongo rojaaaaaaa!!! Pues me alegro de que se te haya despertado el instinto, ya me imagino a un hijito-a vuestro-a haciendo triatlon desde peque!! 😀
Muchas gracias por tus palabras, no veas lo bien que me vienen, un abrazo fuerte guapa!
Raquel says
Hola guapa!
Dando una vuelta por tu blog, he visto q tuvimos la misma matrona. Qué recuerdos!
Un beso y otro de Iker.
Hana says
¡Que casualidad! Jo, le cogí un cariño a Gloria que no veas…
Y bueno, darte las gracias porque gracias a ti empecé a informarme sobre los partos respetados. Un besote!!
Ana says
Gracias por escribir sobre esta experiencia, yo no soy madre pero después de leer esto por primera vez me puedo imaginar lo que se siente al dar a luz a un bebé. Confieso que se me saltaron algunas lágrimas de emoción …
Hana says
Gracias por tus palabras Ana!! 🙂 Yo cuando lo releo, me emociono también…y mas ahora que va a hacer un año!! Un abrazo
Karen says
¡Hola, Hana!
Mil sensaciones de emoción y hermandad han nacido en mí, mientras leía tu bellísimo escrito. Debo decirte que hace unas semanas te vengo conociendo através del contenido tan humanitario, noble y desinteresado de tus escritos y vídeos, y he sentido que no ha sido menos que una bendición saber que existes…. Te digo con el alma: ¡GRACIAS! Y no sólo lo digo por mí, quiero pensar que lo digo por todas las personas que te puedan llegar a conocer.
Así como describes que para llegar al lugar espiritual en el que te encuentras has tenido que vivir y solucionar muchos miedos, inseguridades, desconexiones y demás; yo me atrevo a decir que después de un tiempo de "no sé qué exactamente" he empezado a reconocerme, conciliarme y enamorarme de mí misma… Gracias a la Vida, que lo hace todo perfecto, durante esta época conocí al amor de mi vida, de hecho, su presencia desató miles de síntomas de desintoxicación (si lo relacionamos con la transición que vive el cuerpo cuando le das vía para que elimine tóxicos. Sí, fue tal cual, mis zumos en cantidad, mi alimento vivo, fue mi Esposo -aunque no nos hemos casado, él lo es-, y la fiebre, los dolores corporales, fueron miles de días de dolor espiritual, de tristeza permanente, de falta de ganas….) así que debo decir que, aunque no era Yo en todo su esplendor, la Vida me cogía de sus manos -¡siempre lo hace!- de una manera increíblemente amorosa.
Siento que he nacido otra vez -o quizá por primera vez- y estoy maravillada… Sé que es un proceso y, precísamente, no me agobio por tener resultados y fines ya, estoy dispuesta a disfrutar el camino, que de los frutos siempre se encarga la Vida misma.
Y bueno, tu escrito me ha llegado tanto, es porque recién me "reencontré" con mi Esposo (digo que me reencontré porque siento que desde hace miles de vidas ya lo conocía), he soñado con el día en que sea madre y ha sido una visión tan divina, que me ha dado vida y aliento en muchísimos momentos. ¡¡¡La sensibilidad y el amor de tu escrito es… es…. tan mágica, pura, verdadera!!! Sí, la verdad es que considero que la visión de ser madre, de parir, debe ser así: un don que hay que vivir y celebrar al máximo. ¡Somos mujeres y tenemos la bendición de ser madres!
Te felicito enormemente, a ti y a tu compañero de vida. Y quiero que sepas que, a unos cuantos miles de kilómetros de distancia -soy de Colombia-, una mujer te sonríe y agradece con el alma…
Karen Pulido
Hana says
Hola Karen!!! Muchísimas gracias por tus palabras y por contarme…desde luego el proceso que estás viviendo es mágico y me siento afortunada de que lo hayas compartido conmigo. Haces bien en dejarte llevar, cuando confiamos en que todo fluye y hay cosas que se nos escapan, la magia empieza a aparecer en nuestras vidas.
También agradecerte tus palabras que son un apoyo para mi.
Yo también siento que he nacido otra vez, despues de muchos años de odiarme a mi misma y autodestruirme.
Mi marido también ha sido la piedra angular que me ha permitido ser quien soy. Su apoyo incondicional me ha dado las fuerzas necesarias cuando me han faltado.
Y bueno, espero que pronto se cumpla tu deseo de ser madre. Como digo, no puede haber nada mas bonito.
Un abrazo compañera!
Marta says
Qué bonito nacimiento y qué bien contado. Me ha gustado mucho leerlo
Hana says
Yo cuando lo recuerdo me pongo a llorar … 🙂
Silvia says
Enhorabuena!!!
Tus palabras me han emocionado, enhorabuena por ese fantastico parto sin nada artificial.
Cristina Amboage says
Hola Hana, queda un mes para vea, por fin, a la pequeña Daniela (y digo ver porque creo que conocernos, ya nos conocemos bien). Llevo un tiempo preparando el tema del parto y uno de los «deberes» que me quedaba por hacer era el de volver a leer tu relato del nacimiento de Randa. La verdad es que en esta segunda lectura, y ante la perspectiva de un parto en tan poco tiempo, tu relato ha cobrado todo el sentido y ha actuado como el mejor «chute de energía» que me podía haber tomado hoy. Gracias Hana por contar tu experiencia. Has conseguido que siga creciéndome por momentos, que me crea imparable y que sepa que Dani y yo juntas vamos a poder con todo! Un beso grande.
Lucia says
¡¡¡Pero qué gozada de relato, Hana!!!! estoy super emocionada, qué gustazo que todo saliera bien, qué FELICIDAD!!!. Infinitas gracias por compartirlo y hacerme un poco más feliz <3
Natalia Bullon says
Hana
Te vengo siguiendo hace muy poco y sin ser mamá ni nada por el estilo me he emocionado hasta las lágrimas con el relato. Que bella experiencia, que mágica es la vida y que bendición tengo de ser mujer. Muchas gracias!
Marta Negro says
Como si me hubieran puesto una vía para sentir lo que describes…
🙂