Este es el relato del accidente de salto base que viví el día 3 de Abril de 2011 en el Peñón de Ifach en Calpe. Un accidente que me ha transformado hasta los mismísimos cimientos y le ha dado una vuelta de 180º a mi vida.
Por eso es una experiencia trascendental.
En mi memoria y en mi corazón SIEMPRE, todas las personas que intervinieron aquel día y, sin las cuales, yo no estaría hoy contándolo. En especial a Jose, a Chris y como no, a Antulio, mi compañero de VIDA.
Espero que disfrutes este relato (dividido en dos capítulos) tanto como yo disfruté escribiéndolo. Porque al escribirlo y recordar todo lo que pasó y pensar en todo lo que pudo pasar y no pasó aquel día, el simple hecho de poder contarlo y escribirlo se convirtió en el mayor de los privilegios.
GRACIAS
NOTA: Para facilitar la comprensión del relato, en esta imagen indico algunas de las partes principales de un paracaídas.
PARTE 1
El 3 de abril me levanté como un día cualquiera cuando estamos en Calpe…en realidad esto no es un día cualquiera para casi nadie, pero para nosotros si lo es cuando estamos en allí. En un día cualquiera en Calpe hacemos salto base desde el Peñón de Ifach. Un saltito y camino a Madrid, que había quedado con mi familia para comer.
Cuando abrí los ojos aquella mañana, no imaginaba que, junto con el día en que nació mi hija, este iba a ser el más importante de mi vida. Al despertarme me di cuenta de que Antulio, mi marido, ya se había levantado a plegar el paracaidas así que me quedé en la cama divagando, pensando en lo cansada que estaba y en qué tal se daría el salto. Visualicé mis saltos anteriores y la adrenalina y las ganas me hicieron levantarme de la cama.
Antulio y yo habíamos hecho un salto base el día anterior y mi campana se había roto en el aterrizaje por lo que habíamos quedado en que al día siguiente, es decir, el domingo 3 de Abril, saltaría yo con su paracaídas y él simplemente me acompañaría al punto de salida del salto. Aquella noche llegamos tarde a casa por lo que me dijo que él plegaria su paracaídas por la mañana, antes del salto.
Así pues, cuando terminó de plegar Antulio, nos vestimos y preparamos el material. El ya había desayunado pero yo no tenía hambre así que cogí unas naranjas para el camino. Eran las 7 de la mañana.
Salimos de casa y cogimos el coche para dirigirnos a la base del Peñón donde habíamos quedado con nuestros amigos franceses, Marco, Yves y Hervé. El día anterior ya habíamos saltado con ellos (el salto en el que se me rompió el paracaídas). De los tres, solo iba a saltar Hervé, así que Antulio, él y yo empezamos el camino de subida al punto de salida. Marco e Yves se dirigieron al paseo marítimo, donde estaba la zona de aterrizaje para informarnos sobre el viento.
Cuando subíamos me di cuenta de que no habíamos cogido agua y de que, además, se me habían olvidado las naranjas en el coche. No le di mucha importancia ya que en como mucho una hora y media estaríamos cogiendo el coche otra vez. Me acuerdo que subí bastante animada, charlando con Hervé, uno de los saltadores base más experimentados de Francia, sobre sus trabajos y sus saltos. Y seguimos hablando de su vida y de la nuestra hasta que llegamos al punto de salida. Arriba no hacía nada de viento por lo que hablamos con Marco y el nos confirmó que abajo estaba muy tranquilo también. Hervé iba a saltar desde ese mismo punto pero Antulio y yo teníamos que rapelar unos 20 metros hacia abajo para llegar a otro punto de salida más cómodo y algo más seguro. Ese día Antulio me iba a acompañar hasta ese punto de salida más bajo, y una vez que saltase yo, volvería a subir, recogería la cuerda y bajaría andando hasta donde teníamos el coche.
Empezamos a equiparnos: paracaídas, casco, etc… y Antulio comenzó a preparar la cuerda y el material para rapelar.
Una vez equipados, empecé a notar el cosquilleo y los nervios previos a un salto aunque como hacia un día estupendo y desde lo alto del Peñón se divisaba un paisaje precioso, me sentía a la vez muy confiada.
Aun así, y viendo que Hervé estaba a punto de saltar, le dije:
“a veces, cuando estoy aquí arriba, pienso que esto es una locura”.
Y él me sonrió y me contestó: “es que lo es”.
Y al momento ya estaba saltando y le perdimos de vista.
Antulio terminaba de dejarlo todo preparado para el rapel, y de repente sentí algo que me causó inquietud; se me estaban quitando las ganas de saltar. Le dije a Antu:
– ¿Te apetece saltar a ti mejor y me bajo yo andando?
Antu me miró y me preguntó:
– ¿Te apetece saltar, Hana? Si no quieres, dame el equipo y salto yo.
Me quedé pensando, y me di cuenta de que lo que no me apetecía era rapelar.
Ya lo había hecho muchas veces antes, pero ese día no quería tener que hacerlo. Yo tengo algo de vértigo y además no tengo casi nada de experiencia con el material de escalada por lo que rapelar 20 metros hacia abajo cuando estas casi a 300 del suelo, puede resultar una experiencia, cuanto menos, estresante. Podría haber saltado desde arriba pero era un salto más técnico así que como ya estaba preparada y equipada, respiré hondo y le dije que saltaría yo.
PARTE 2
Antulio comenzó a descender y yo le seguí. Y que importante es lo que piensas en momentos como estos, porque como ya arriba anticipé una mala experiencia rapelando, descendí bastante nerviosa y rígida. Cuando llegue al punto de salida estaba temblando de la tensión y le dije a Antulio: “es la última vez que paso por esto”.
No me imaginaba que efectivamente, iba a ser la última vez que tuviese que pasar por el rapel del Peñón.
Comprobamos el viento, y el día seguía muy tranquilo. Eran algo más de las 9 de la mañana. Comencé mi ritual pre-salto: comprobar el equipo, visualizar el salto, la apertura, el trafico y el aterrizaje, y por último, respirar hondo y conectar con la confianza que tengo en mi misma y en el equipo. Llevaba la cámara de video acoplada al casco pero en ese momento me la quité porque no quería ninguna distracción. Me acerqué al borde del precipicio, lancé un par de resoplidos fuertes para soltar tensión y eliminar pensamientos de inseguridad y miedo y le dije a Antulio que estaba preparada. Miré la zona de aterrizaje, después al horizonte y….: “3, 2, 1 vamos!”
Tuve una salida muy buena y estable, y mientras caía al vacío disfrutaba de la percepción de la pared del Peñón detrás de mi y de ver como se acercaba el suelo a una velocidad trepidante. Al cabo de 5 segundos calculé que era momento de abrir el paracaídas.
Lo que pasó a continuación sucedió en cuestión de segundos, pero recuerdo que lo percibí todo a cámara lenta. Dicen que cuando nos enfrentamos a una situación de mucho peligro o tenemos un accidente nuestra percepción se ralentiza para que podamos procesar mejor la información. Yo puedo dar fe de que esto sucede porque recuerdo cada detalle, me acuerdo de lo que vi en cada momento, del sonido de las gaviotas, del frío, y sentí como el tiempo se dilataba. Y esto fue lo que pasó: cuando tiré del extractor noté que algo no iba bien…fue una sensación que recuerdo perfectamente. Y es que, después de alrededor de 70 saltos base, enseguida detectas que algo no va como debería. Cuando miré hacia arriba, la campana estaba saliendo del contenedor, pero a medida que se abría lo hacía con un giro hacia la izquierda. Apenas si me dio tiempo a agarrar las bandas para contrarrestar el giro ya que en una fracción de segundo la campana termino de abrirse y para entonces ya estaba mirando hacia la pared.
Y allí estaba yo, a escasos metros de la cara sur del Peñón de Ifach, con la campana abierta, totalmente encarada hacia la roca y a punto de impactar contra ella a gran velocidad. Y aquí el tiempo se paró. Yo había visto imágenes de accidentes parecidos en salto base, y había visualizado muchas veces esa misma situación, pero en realidad nunca te planteas seria y concienzudamente que te va a pasar algún día.
En ese momento y ante la inminencia del impacto solo pensé: “wow…me está pasando a mi”.
Y como el tiempo estaba parado, me dio tiempo a prever rápidamente y con una gran claridad mental lo que iba a pasar, poner mi cuerpo en tensión, analizar la violencia del impacto, y preparar mi pie derecho para pararlo. Pensé que si adelantaba mi pierna flexionada y e impactaba primero con el pie, quizá podría utilizar la misma pierna para separarme de la pared y girar la campana 180º hacia el mar y librarme de un nefasto desenlace. Pero iba muy rápido así que tenía pocas posibilidades de “rebotar” contra la roca. Entonces levanté la pierna y la flexioné, adelanté el talón y me preparé física y mentalmente para el impacto. 1, 2, 3…
El impacto se produjo unos 3 segundos después de que se abriese la campana. Recuerdo que, al chocar mi pie contra la roca, sentí una especie de estallido en el pie y como me empezaba a apretar la bota. Aún así, no podía detenerme ni un milisegundo a calibrar las consecuencias del golpe porque lo peor estaba por venir y tenía que estar concentrada en lo que estaba pasando. Miré hacia arriba para comprobar el estado de la campana y vi que se estaba colapsando, es decir, se estaba vaciando de aire al “espachurrarse” contra la roca. Malas noticias. Y es que si la campana se hubiese mantenido inflada y con tensión hubiese tenido alguna posibilidad de girarla hacia 90º o incluso 180º, pero no era el caso y yo ya sabía lo que iba a pasar: al colapsarse la campana, empezaría a caer y a golpearme sucesivamente y de cualquier forma contra la roca durante los 150 metros que me separaban del suelo. La campana se volvería a inflar en parte; lo suficiente como para no iniciar una caída libre pero no lo suficiente como para sustentarme y tener la posibilidad de girarla. Es decir, en ese momento estaba, como un pelele, a merced de la reacción de la campana y teniendo en cuenta el relieve abrupto del Peñon de Ifach, la perspectiva era muy negra. Un giro de campana seguido de impacto contra la roca es la causa numero uno de muertes en salto base. Así que al ver la imagen de la campana “espachurrada” contra la pared, lo sentí: “esto es el fin”. Y me preparé para lo peor.
Y entonces pasó algo curioso. Yo, que tenía pensado luchar hasta el ultimo momento para girar la campana y salvarme, sentí de repente como todo se paraba y me vi, no se como, ni cuando, ni porqué, colgando del paracaídas que se había enganchado en un trozo de la roca. Y es extraño porque me acuerdo vívidamente de cada detalle de lo que aconteció aquel día y, sin embargo, entre el momento en que pensé que era el fin y el momento en que me vi colgada de un trozo de tela a unos 150 metros del suelo tengo una nebulosa…sencillamente no me acuerdo. No se si se enganchó la campana enseguida o si fui cayendo algún metro hasta que se enganchó…no lo sé. Creo que fue ese preciso momento en el que Stefan y Chana aprovecharon para bajar del cielo a engancharme la campana en la repisa de la roca.
Y así me vi, colgada de ese trozo de tela, completamente atónita.
Las posibilidades de que te pase algo así son tan ínfimas que me costó un momento entender lo que estaba pasando y asimilar esta situación tan inesperada. Cuando lo hice, y aunque parezca irracional, me invadió el miedo y maldije el momento en que se me había enganchado la campana. ¿Por qué? Porque al ver que me podía desenganchar en cualquier momento pensé: “ahora no solo me voy a matar sino que encima voy a ser totalmente consciente de ello”.
Comprobé aterrada los puntos de enganche y busque con desesperación lugares donde poder agarrarme. Pues bien, vi que, por suerte, las 2 bandas delanteras tenían tensión y podían sujetarme. La tela se había enganchado por la abertura de 2 o 3 celdas. También vi que ,en la de la izquierda, había 3 lineas en tensión pero en la banda derecha solo una. El resto de la campana esta suelta. Parecía que la parte izquierda de la campana se había enganchado de un punto mas alto porque mi pierna izquierda estaba más elevada y sentía como la pernera del arnés me la estrangulaba.
Lo primero que hice fue llamar a gritos a Antulio y pedirle que bajase a por mi. El estaba mas de 100 metros por encima de mi pero en esos momentos me parecía la única persona que podría ayudarme a salir de esa situación tan crítica. El tenía una cuerda de 70 metros y, al extraplomar la pared, era una locura intentar llegar hasta mí. Aún así, él empezó a organizarse para, efectivamente bajar a por mi. Además me percaté de que tanto a mi derecha como a mi izquierda había sendas chapas de escalada y eso significaba que podrían rescatarme escalando.
Mientras esperaba respuesta, seguía buscando donde agarrarme pero no encontraba nada. Lo que tenía al alcance de las manos era pared lisa y solo había una minúscula hendidura a la altura de mis costillas donde como mucho podía introducir un par de dedos de la mano derecha. A las chapas de escalada no llegaba, estaban demasiado lejos de mi alcance. En cuanto a los pies, por el relieve de la roca, solo podía apoyar ligeramente el derecho pero lo tenía roto así que no me quedaba más remedio que quedarme totalmente suspendida en el vacío, con los dos dedos metidos en la pequeña hendidura, agarrándome a ese diminuto espacio como si mi vida dependiese de ello…
…y es que, verdaderamente, mi vida dependía de ello.
Durante esos primeros momentos de confusión, tenía presente que quizá aquello iba a ser lo ultimo que viese, mis últimos momentos con vida. Al mirar al horizonte y pensar aquello, me ponía muy triste, pero intentaba respirar hondo y al relajarme me daba cuenta de que si tenía que irme aquel día era porque tenía que ser así.
De repente, oí unas voces que venían de la base del Peñón. Me pedían que estuviese tranquila porque estaban llamando a los servicios de emergencia. Y entonces me di cuenta de que, a parte de Antulio, tenía otras posibilidades para que me rescatasen. Me acordé de los servicios de rescate en el valle de Lauterbrunnen en Suiza y pensé en sus helicópteros. Esto me dió algo de tranquilidad porque allí tardan minutos en llegar al accidente y entonces pensé que no estaría colgada mucho tiempo. Cada minuto que seguía allí colgada era oro así que desee con todas mis fuerzas que no tardasen mucho en llegar.
Seguía adaptándome a la situación sin moverme ni un ápice cuando me acordé de que podría llamar a Antulio por el móvil. Serían las 9.30 pasadas. Aunque hasta ahora había estado completamente quieta para no provocar que se desenganchase la campana, despacio alargué el brazo hasta el bolsillo del pantalón y logré coger el móvil. Que extraño es realizar cualquier movimiento con tu cuerpo sabiendo que eso puede desencadenar tu muerte.
Cuando Antulio oyó mi voz noté que se tranquilizaba un poco y se alegró aun mas cuando le dije que solo me había hecho daño en el pie. No dio crédito cuando le conté que estaba enganchada con la campana y me dijo que estaba en contacto con los saltadores franceses para que viniesen los servicios de rescate. Me daba ánimos y me decía que enseguida estaría a salvo. Él, mientras tanto, y gracias a su conocimiento y experiencia en escalada deportiva, seguía intentando descolgarse y rapelar para llegar hasta donde estaba yo con la cuerda de la que disponía. Me contó después que en algún momento hizo alguna imprudencia como quedarse suelto sin asegurar para acelerar la bajada y llegar cuanto antes.
Cuando colgué el teléfono empecé a buscar opciones por si se desenganchaba la campana. Me planteaba las posibilidades: podría desengancharse y tirarme hacia atrás (buena noticia) o tirarme hacia abajo (mala noticia). En cualquier caso, mis dos deditos en la hendidura no iban a servir de mucho así que decidí tener las manos libres. De esta forma, si aquello pasaba, podría coger las bandas enseguida. Me propuse estar muy alerta, con los sentidos al 100% para poder reaccionar rápidamente pasase lo que pasase. Y así pasé los siguientes minutos. La bota cada vez me apretaba más el pie, así que entendí que el pie se estaba inflamando cada vez más y lo posé suavemente en la pared para ver si podía apoyarlo, pero no era posible; la fractura parecía bastante seria. El arnés me apretaba cada vez más en las ingles, sobre todo en la izquierda que estaba más elevada.
En esa pierna empecé a notar un ligero cosquilleo pero no le di importancia. En esos momentos llevaría media hora colgada
PARTE 3
Y poco a poco empecé a acostumbrarme a la situación y noté que crecía la esperanza…»¿y si este no era mi día al fin y al cabo?» Desde abajo me anunciaron que venían los bomberos en helicóptero. Cuando oí la palabra “bombero” se produjo un cambio en mi ya que de repente se instaló en mi mente este firme pensamiento: “van a venir los bomberos y van a rescatarme y no puede pasar otra cosa que no sea esa”. Esto me llenó de optimismo y decidí que ese sería mi mantra durante esos momentos tan difíciles. Ahora tenía que concentrarme en no moverme, en no perder la tranquilidad, en mantenerme alerta y seguir buscando posibilidades.
En los siguientes momentos cualquier ruido en el cielo me hacía pensar que era el helicóptero, pero pasaban los minutos y no había señal.
Súbitamente, el cosquilleo de mi pierna izquierda había dado paso a una total insensibilidad: no sentía la pierna, era como un trozo de carne muerta. Intenté moverla pero me resultó imposible y con la mano intenté levantarla…había perdido toda sensibilidad desde la ingle hasta el pie. La visión y la misma sensación de tener la pierna muerta me llenaron de angustia. Fue un repentino jarro de agua fría lleno de realismo: «chica, estás en una situación muy jodida«. El arnés me estaba haciendo un torniquete completo en la pierna y esto me estrangulaba la circulación por completo. Un pensamiento absurdo me cruzó la mente: «voy a perder la pierna«…como si no fuese suficientemente grave el resto de mi situación. Me di cuenta que para mantenerme con vida necesitaba liberar la presión de las perneras del arnés en mis ingles y eso significaba una cosa: tenía que moverme, y bastante.
¿Que hacer en una situación así? Si me movía intentando liberar la tensión que la pernera ejercía sobre mi pierna me arriesgaba a desenganchar la campana, si no hacía nada me arriesgaba a sufrir una trombosis o incluso una embolia. Decidí arriesgarme con la primera opción. Con cuidado y muy atenta a lo que sucedía, con la mano derecha cogí la banda izquierda que estaba totalmente pegada a la pared, e intente colgarme un poco de ella para liberar un poco de presión y poder correr la pernera desde la ingle hacia la pierna. Esto significaba tirar de la tela hacia abajo, es decir, tirar de mi punto de sujeción y hacerlo me daba bastante miedo, pero eliminé los pensamientos negativos y me centré en hacerlo con cuidado. Además recuerdo haber tenido la lucidez de pensar que si aumentaba el peso sobre una parte del paracaídas mientras que en otra parte lo disminuía, la presión ejercida sobre la tela se mantendría igual. Me colgué un poco de la banda y comprobé que sucedía. Como todo el conjunto se mantuvo estable, me colgué ya con mas firmeza y levante la pierna derecha. La pernera dejó de ejercer presión en mi ingle y de repente noté como recuperaba algo de sensibilidad en la pierna. Desplacé la pernera unos centímetros hacia la pierna y me descolgué. Suspiré. Sonreí. Empecé a notar el cosquilleo de vuelta, prueba inequívoca de que había recuperado la circulación sanguínea de la pierna…”¡prueba superada! ¡muy bien Hana!”
Me plantee que cada poco tiempo tendría que volver a repetir la operación para evitar problemas.
Ya serían las 10 cuando volví a oír al chico que me hablaba desde abajo, Fernando. Le pregunté a gritos cuánto tiempo faltaba hasta que llegasen los bomberos. Me respondió que una media hora. Y de repente, otro jarro de agua fría: “¿¿¿¿¿media hora?????” grité. El chico se alarmó al escucharme y rectificó: «no, no, quedarán unos 15 minutos».
Yo sabía que, al menos, quedaba media hora así que me preparé para seguir esperando, deseando que la precariedad de mi situación no aumentase.
Mientras tanto, Antulio, que había podido descender unos 30 metros se había quedado atrapado en una especie de cueva porque Fernando, al verle, le había avisado a gritos que se quedase ahí porque era muy peligroso que siguiese bajando y que no podría seguir.
Me fijé en que estaba haciendo un día espléndido, sin viento, veía volar las gaviotas, intuía la actividad normal de domingo en Calpe. Y noté el sol en mi cara y cerré los ojos, deseando poder seguir tumbándome en la hierba al sol como suelo hacer y como tanto me gusta hacer. Me di cuenta de que en un momento así, solo pensaba en volver hacer algo tan sencillo, tan fácil, tan barato como es tumbarme al sol en un jardín. La visión de mi misma tumbada en un jardín me dio mucha paz, y me sentí muy satisfecha y contenta por la vida que había llevado hasta ese día y por cómo había decidido vivirla.
Creo que serían las 10.15 cuando de repente noté que la tela cedía un poco. Me asusté y estuve esperando, muy alerta, a ver que pasaba a continuación. Estuve así unos minutos y como no pasaba nada, decidí llamar a Antulio. Cuando me cogió el teléfono le dije que llamaba para despedirme. Le dije que si me mataba ese día que supiese que le quería con todas mis fuerzas y que llamase a mi madre y a mi familia y les dijese que les quería y que lo sentía. Antulio reaccionó repitiendo enérgicamente que eso no iba a pasar. Yo le respondí que estaba intentando ser realista, que la posibilidad de que aquel fuese mi último día estaba ahí así que mejor estar preparados. Cuando colgué, me esforcé por eliminar otra vez los pensamientos negativos de mi mente y me dispuse a vivir esa experiencia, durase lo que durase, de forma positiva.
Y por fin, escuché de forma muy nítida el sonido del helicóptero…
Continuará…
Irene Bueno says
Wow Hana! se me han puesto los pelos como escarpias según lo leía, pero sabes que? tu narración de tu accidente con este deporte sólo me ha dado ganas de… probarlo 🙂 un buen amigo mío escalador siempre me dice que es consciente que en algunas aventuras se juega la vida, pero que llevar una vida en la que tienes más probabilidades de morir en la montaña que en un hospital… no es tan horrible ni tan descabellado 🙂
Hana says
Eeeyy!! Irene!! Pues yo pienso igual que tu amigo: que mejor morirse haciendo lo que a uno le gusta que en un hospital…o mucho peor: en un coche!!! Si te animas a saltar, aunque sea de un avión, avisa!! Mua!!
Paz says
Alucinante! No podía dejar de leerlo. Feliz cumpleaños, feliz nueva vida, feliz alegría desbordante, feliz nuevas motivaciones, feliz piel cambiada, feliz… ¿te das cuenta de que continuamente aparecen nuevas etapas, como si cambiáramos de piel, como si "al cambiar de piel" algo nuestro muriera con "la vieja piel", como si viviéramos otra vida diferente? Gracias por compartirlo con nosotros. Me inspiras mucho continuamente.
Hana says
Paz!! Me ha encantado como has descrito el proceso de cambio que, tarde o temprano, todos vivimos…y cuando pasa, te preguntas ¿como es posible que no lo haya iniciado antes? ?¿que es lo que me lo impedía? Un abrazo!!
Lubna says
…. Y pensar que te estábamos esperando para celebrar el tercer cumpleaños de Suleika, no era tu día….. Mira todo lo que te ha pasado a partir de entonces 😉
Hana says
Jajaja, me acuerdo perfectamente que al ratito de estar ahi colgada le dije a Antu: llama a mi madre para decirle que no llegamos a comer….jajaja, mira que soy friki!!!
Francesca says
Ufff, no sabes cómo me siento ahora: estremecida, emocionada, asustada, con el corazón tomado…Fuiste muy valiente!
Sin duda no era tu día, pero…¿no crees que el hecho de que se te estropeara tu paracaídas el día anterior podía ser como una especie de aviso? ojalá nos hubieran enseñado a leer los mensajes de la vida tan rápidamente como un mensaje escrito…
Un beso!
Hana says
Totalmente de acuerdo Francesca!! Lo he pensado muchas veces…el que el dia anterior se me rompiese mi paracaidas fue una señal…y no le hice caso. Aunque si soy honesta, me siento super afortunada de haber vivido esta experiencia!!
Un abrazo!!!
sergi says
Que fuerte Hana, has pensado en escribir una novela? Sabes transmitir…y tienes mucho que contar.
Abrazo!
Hana says
Hola Sergi!! Pues si, me encantaría escribir una novela!! 🙂 Me falta un poco de tiempo, pero lo tengo pendiente…gracias!!
BEITA says
Hola wapi!!!
Cuando pasan las cosas es por algo importante que vas a tener después, así ha sucedido, sin miedo a nada te has enfrentado a todo lo imposible = posible.
Gracias por tu fuerza tansmitida.
Abrazos y alegrías.
Hana says
Gracias ti Beatriz!! Siento el retraso en responder!!!
Vane says
Una historia alucinante! Aunque la vivimos "de cerca", ahora la hemos rstado viviendo en persona a traves de tu relato. GRACIAS por compartir tu fuerza!!!
Hana says
Gracias a ti Vane por tus palabras!!
Jorge Palazón says
Hola Hana.
Me he puesto en contacto con el periodista Sebastián Álvaro, que tiene una sección cada marte en el programa "El Larguero", que como coincide con la fecha de tu renacer, para que cuente la historia en antena de cómo afrontar una situación como la viviste, para que todas las personas que practican deportes extremos, si un día se vieran en tu tesitura, saber cómo afrontarlo.
Estaría genial que lo contara, porque creo que realmente merece la pena, y te entrevistaran. Pero bueno, ya sabes que si no eres conocido/a es muy difícil que ocupen tiempo y espacio en la radio para contar determinadas cosas.
Disfruta de tus vacaciones.
Un beso.
Hana says
Gracias Jorge!! Flipa lo que he tardado en contestarte…jo, pues nunca me lo había planteado pero si que es verdad que quizá mi experiencia pueda servir para otras personas que pueden verse en situaciones parecidas…
Un abrazo!!
Lentes Rosas says
Madre mía, vaya experiencia. ¡Se me ponen los pelos de punta!
Nunca me he visto en una situación así. Muchas gracias por compartirlo, me resulta fascinante lo que dices de que en esos momentos se ralentiza el tiempo y aunque sean unos pocos segundos se vive todo detalle a detalle.
Sin duda debemos hacer de cada día de nuestra vida una celebración, y no dar nada por hecho. Cada minuto de vida es un milagro.
Estaré a la espera del siguiente capítulo.
Un saludo
Hana says
Hola Isabel!! Gracias por tu lectura!! 🙂 Cada minuto de vida es un milagro, sin duda, pero vivimos vidas tan llenas de cosas que se nos olvida tan facilmente…por cierto, me he suscrito a tu blog, me encanta!!
Natalia says
Ay Hana es la 1era vez que leo tu historia mas alla de que sabia del accidente….que heronia la verdad, que increible que hayas mantenido la fuerza en ese momento tan crucial y hayas estado tan presente mismo aunque el miedo pueda haberte asustado continuamente. Creo fervientemente que estos momentos cruciales en la vida son los momentos que mas nos enseñan y de donde mas aprendemos. Has sido una afortunada…pensalo! Te deseo lo mejoy, muchos besos, Naty.
Hana says
Gracias Natalia! Un abrazo para ti 🙂
Florencia says
Se me transpiraron las manos al leer tu relato! me puse en tu piel por unos segundos y se me acelero el corazón!!! como es que a veces necesitamos de este tipo de cosas para despertarnos! Bienvenido sea todo lo que nos hace evolucionar! Sos un ejemplo de valentía, me encanta leerte 🙂
Hana says
Gracias por tus palabras Florencia! 🙂
carmen says
Hana por casualidad antes de irme, tu frase Mr. Propósito me enganchó y quedé atrapada leyendo tu maravillosa historia.
La capacidad que tienes de introspección en tu propio ser es realmente hermosa. Te convertiste en observadora de ti misma relatando sensaciones, pensamientos, percepciones y todo ello de dentro y fuera de ti. REalmente conmovedora, no tanto tu historia, sino tu misma.
Ha sido un placer, leerte y descubrir como me ha inspirado tu historia a seguir adelante con las mias.
Un fuerte abrazo y mucha fuerza y alegría.
Olga, Flamenkita. says
Hola Hanna, soy amiga de Antulio y Arancha desde tiempos inmemoriales, jajajajja !!!!!!!!! Estoy deseando leer la segunda parte, un abrazo fuerte a los tres 🙂
Lic says
El corazón encogido, qué angustia he pasado!!
Iraide says
Wauu! y mira que yo pienso que soy una camicace…
Cuando he visto el video me he quedado por un momento en shock total.
Rescato esto que dices:
“a veces, cuando estoy aquí arriba, pienso que esto es una locura”.
Porque me encanta el deporte y de hecho, he hecho circo y también me lanzo a la piscina en decisiones de mi vida, pero esto… wau, cuando vi como os tirabais del monte… no tengo palabras, no sé si es admiración, locura, pasión, o que es exactamente.
En cualquier caso, gracias por contarlo. me conmueve y me estremece al mismo tiempo, todo lo que cuentas al detalle, oírte hablarlo en Ted…
Muchas muchas gracias!! Me encanta la sensación de tumbarme en la hierba y creo que a partir de tu articulo voy a apreciarlo más. Un gran abrazo!!
Maria Lopez says
Aquí me tienes con lágrimas en los ojos… de emoción y empatía, y aquí es cuando la realidad supera la ficción, porque nunca sabemos qué nos depara la vida. Es curioso como nuestras percepciones cambian en función al momento que estamos viviendo y la gravedad de la situación. Te felicito por tu auto control, por tu capacidad de análisis en una situación de supervivencia y por luchar en situaciones adversas, es muy admirable.
Gracias por contar tu experiencia, algo tan íntimo pero que a la vez, al contarlo puede ayudar a muchas personas.
¡Un saludo!